miércoles, 17 de enero de 2018

2017 PLENO DE CIENCIA


Un año repleto de ciencia





Días pasados fueron tiempo de balances, de listas, de dietas, de regalos y de vitel toné. Y también de ciencia, como no podía ser de otra manera: buen momento para recordar algunas de las sorpresas que nos deparó el año que acaba de terminar. Una posibilidad es pasar revista a los descubrimientos científicos que mes a mes que publica Wikipedia, pero corremos el riesgo de marearnos en el camino. Hay atajos: por ejemplo, la elección de lo mejor del 2017 científico, como hace todos los años la revista Science a través de propuestas de sus editores que luego deben ser refrendadas por el voto popular. Si bien mientras se escribe este texto aun no hay un ganador para "el hallazgo del año", vale la pena conocer a algunos de los finalistas:
Un nuevo tratamiento para el cáncer a través de una droga (aprobada por la Administración de Alimentos y Drogas norteamericana) que puede combatir tumores independientemente de su origen anatómico. O sea: combate al tumor en sí, más allá de dónde esté o de dónde venga.
Mientras que en 2016 fue el turno de la triste derrota del Go en manos (¿manos?) de la inteligencia artificial -como ya había adelantado en cierta forma Kawabata en su maravillosa novela El maestro de Go, en que un joven irrespetuoso vence al gran maestro anciano - en 2017 le tocó a jugadores profesionales de póquer, quienes mordieron el polvo frente a programas tan tramposos como los humanos.
Una muestra de hielo de 2,7 millones de años (¡muchos ceros!) obtenida de las profundidades antárticas, que nos puede enseñar mucho sobre nuestro planeta en la época en que comenzaban las glaciaciones.

Siguen las firmas de las ondas gravitacionales: no sólo su confirmación fue merecedora del Nobel de Física, sino que luego de observar el choque de dos estrellas de neutrones, los astrónomos pudieron husmear este extraño fenómeno para aprender más sobre el universo.
¿Cuántos años tienen los humanos como especie? La respuesta canónica es 200.000 o, más bien. era, ya que se hallaron restos de Homo sapiens 100.000 años más antiguos en Marruecos.
Gracias por los servicios presentados, sonda Cassini, que se internó en Saturno con su canto final de cisne, enviando imágenes y datos hasta el final de sus días.
Las tijeras editoras de la biología molecular (¡y ahí se huele otro Nobel!) siguieron sus avances de ciencia ficción: con la técnica de Crispr se lograron mutaciones puntuales (de una sola letra) en el genoma y, en otro experimento, se corrigió una de estas mutaciones en un embrión humano.
Pero hay mucho más en el universo, incluyendo buenas noticias en el reino animal. Hay especies que ya no están catalogadas en peligro agudo de extinción, como el panda gigante o la ballena yubarta o jorobada (ojo que aun están en la categoría de vulnerables). Apareció nuestro nuevo sapo favorito: una especie fluorescente descubierta en la Argentina, y también una nueva especie de orangután en Indonesia.

La tecnología avanzó que es una barbaridad: se logró obtener agua líquida del aire no tan húmedo, los amigos de Space X siguieron subiendo y bajando cohetes y los más amigos de Satellogic agregaron el Milanesat a su constelación de satélites. Los descubrimientos no paran, como nuevos exoplanetas que podrían albergar vida, un continente sumergido digno de las mejores mitologías, o una capa de ozono cuyo agujero parece ir disminuyendo de tamaño. Y la salud no se queda atrás, con nuevos anticonceptivos masculinos, enormes avances en medicina regenerativa (incluyendo la posibilidad de crecer órganos humanos dentro de cerdos o, más limpiamente, en el laboratorio) e interfaces cerebro-máquina capaces de devolver funciones perdidas a pacientes con lesiones traumáticas.
Fue un 2017 lleno de ciencia. Veremos qué nos depara este nuevo año.

D. G.

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