lunes, 16 de octubre de 2017

MARIHUANA; GRAVE PROBLEMA SOCIAL


Marihuana: entra en la agenda de los pediatras en los controles de rutina
Preguntar a los chicos de 11 años o más si la fuman llegó al consultorio; es una manera de detectar el comienzo de una adicción y también de prevenirla; según cifras oficiales, crece su consumo entre los 12 y los 17 años y unos 10.000 menores tienen un grado de dependencia riesgoso
"¿Fumaste marihuana alguna vez?" La pregunta se la hace la pediatra Carolina Bertini, en un consultorio del Hospital Italiano, a todos sus pacientes a partir de los 11 años. Esta pesquisa se convirtió en rutina obligatoria en la Unidad de Adolescencia del Servicio de Clínica Pediátrica desde el año pasado. Y si antes ese momento a solas con el médico era la chance para iniciar la charla sobre temas más relacionados con la salud sexual, ahora la marihuana se coló en las consultas. La baja en la edad de inicio, la tolerancia social y la subestimación del riesgo por parte de muchos padres preocupan a los expertos.
Es cierto que a esa edad, como reconocen los pediatras consultados, no suelen quedarse a solas con el paciente. Pero la oportunidad de instalar el tema y hacer intervención primaria no se pierde, y en esos casos la pregunta se les hace a los padres. "Indagamos si ellos consumen, y si lo hacen de qué manera: solos o en presencia de sus hijos. Si tienen planta de cannabis en su casa y con qué frecuencia fuman. Puede ser una pregunta incómoda y a los pediatras nos cuesta hacerla. Pero es una manera de detectar el comienzo de una adicción, y también de prevenirla", dice Bertini, especialista en adolescencia y a cargo de la última charla que el hospital brindó a la comunidad sobre el "consumo de marihuana en adolescentes".


La urgencia que plantea Bertini tiene respaldo en las últimas estadísticas que el Gobierno difundió hace un mes, donde se registró que la cifra de consumidores de marihuana creció un 150% en siete años. Se pasó de 590.000 usuarios de cannabis en 2010 a 1.500.000 en la actualidad. Y entre ellos, unos 10.000 niños y adolescentes tienen un grado de dependencia riesgoso para su salud. La población en la que más creció el consumo, según el informe de la Sedronar, es la que va entre los 12 y los 17 años.
Para algunos padres, conversar sobre el tema en el consultorio del pediatra cuando su hijo tiene apenas 11 años puede ser inusual, o incómodo. Pero la preocupación de los especialistas también recae sobre la tolerancia social de los adultos con respecto al uso recreativo de la marihuana. "Es un permiso social en aumento -dice la doctora Marta López, del servicio de medicina familiar del Italiano-. Muchos de los adultos que vienen con sus hijos al consultorio son consumidores. Por eso es tan importante que los padres tomen conciencia de que basta con un cigarrillo para que haya síntomas de intoxicación aguda."
"No va a pasar nada"
La curiosidad y la experimentación, dicen los expertos, son condiciones intrínsecas del ser adolescente. Para Bertini, uno de los mayores riesgos a los que está expuesto un adolescente es "creer que si prueba no va a pasar nada".
Para Graciela Morales, miembro del Grupo de Adicciones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), lo que sucede con la marihuana se asemeja a la actitud que tienen muchos adultos frente al alcohol y las famosas previas que se realizan en las casas. "Así como hay padres que ponen a disposición de sus hijos y amigos las bebidas alcohólicas durante una previa, también escucho decir: «Yo prefiero que el primer porro se lo fume en casa»."


La herramienta de pesquisa que se utiliza en el Italiano durante la entrevista para evaluar el riesgo de consumo problemático, abuso o dependencia de marihuana, alcohol y otras sustancias en los adolescentes argentinos es el denominado Crafft, un test de screening recomendado por la Academia Americana de Pediatría que ha sido adaptado y validado para uso local. Consiste en seis preguntas sobre consumo en los últimos 12 meses. Se realiza siempre en privado, con estrictas reglas de confidencialidad, y luego se evalúan los riesgos. Si el paciente no consume, explican los pediatras, se hace un refuerzo positivo.
¿Y ahora qué hacemos?
Para la pediatra Ana Tarlovsky, que atiende pacientes tanto en su consultorio privado como en el Centro de Salud y Acción Comunitaria porteño N° 11, hay dos grandes dificultades que atraviesan los médicos frente a esta situación. "Ante la identificación de riesgo o de una situación de consumo problemático, el sistema de salud no ofrece una red de acción para que los médicos podamos ejecutar. Muchas de las intervenciones las hacemos de forma artesanal."
En el Hospital Italiano, luego de una pesquisa de consumo positiva, se da paso a un tratamiento de terapia cognitivo-conductual. "Se comienza con una entrevista motivacional -señala López-. Es una técnica que intenta resolver la ambivalencia y ayudar al paciente en su motivación para el cambio de conducta. Está centrada en el adolescente y no es confrontativa. Los objetivos son expresar empatía, crear una discrepancia, evitar una discusión y darle un giro a la resistencia."


La dependencia que genera la marihuana sobre la cual advierten los pediatras, sumada a los datos del informe de la Sedronar, contrasta con los discursos que señalan los supuestos beneficios de esa droga para el uso medicinal, o que minimizan los riesgos en comparación con otras sustancias ilegales. "Cuando se plantea el debate sobre la aprobación de cannabinoides para uso medicinal en los medios, su efectividad se asume como un hecho -agrega la doctora Verónica Campana, del servicio de medicina familiar y comunitaria del Italiano-. Sólo existen pruebas confiables para muy pocos y determinados tratamientos."
Bertini considera que la gente "se confunde" con la sanción de la ley. Y concluye: "Los padres son más tolerantes, y los estudios de epidemiología demostraron que la mitad de los adolescentes nombran la marihuana como sustancia de inicio a la adicción. Probar sí es peligroso, y puede tener graves riesgos".
S. V


Un problema social que hay que saber cómo enfrentar
Laura Gómez López,
Flavia Marchioni


Ante el marcado descenso de la edad de inicio en el consumo de sustancias, aumenta la preocupación por los daños en el desarrollo del cerebro, ya que su maduración no culmina hasta los 21 años. A menor edad de inicio, mayor deterioro.
Esto se ha convertido en un problema social y, por lo tanto, consideramos la prevención imprescindible y, dentro de ella, la transmisión de información correcta ofrecida desde edades tempranas (la escuela primaria) adaptando los contenidos a las edades de los chicos. Esta información debe ser dada por profesionales acreditados y con experiencia para que los contenidos sean confiables.
La principal fuente de información para nuestros adolescentes es la familia, de ahí que ésta sea considerada por los expertos el factor de protección más fuerte para evitar el consumo de drogas. La labor de los padres es crucial. Deben aprender a conocer a sus hijos y estar informados sobre drogas y sus consecuencias, para ayudarlos a construir sus valores y a saber defenderlos. No podremos evitar que en algún momento entren en contacto con las drogas, pero podremos ayudarlos a que en ese momento tomen la decisión correcta.
Éstos son algunos tips que las familias pueden tener en cuenta:
Aprender a hablar con ellos. Es importante saber escuchar, lo que les preocupa, les gusta, sus miedos... Esto permite establecer el diálogo, aceptar su lenguaje, crear momentos propicios, respetar sus opiniones.
Estar presentes. Nuestra puerta debe estar siempre abierta para dialogar, plantear miedos, dudas, preocupaciones. Deben saber que pueden llamarnos siempre que lo necesiten. Generar climas de confianza.
Ser firmes, pero flexibles y consistentes. Los límites deben ser parte de la educación de nuestros hijos desde el inicio, ya que nos ordenan y nos ayudan a mantener una dirección. Las reglas deben ser claras y precisas, explicando el porqué de ellas y de su importancia. Si no lo hacemos desde niños, será más difícil hacerlo de adolescentes. Las reglas forman parte de la sociedad. Ser firme no implica ser agresivo.
Compartir actividades. Es un espacio para comunicarnos con ellos, dedicarle un tiempo a algo que nos guste a todos fomenta la confianza y el diálogo.
Actuar dando ejemplo. Ser coherentes entre lo que hacemos y lo que decimos.
Conocer los amigos de nuestros hijos. Permitirles espacios para reunirse, invitarlos a compartir momentos y de esta forman saber qué hacen y cómo se mueven nos acercará más a ellos y a sus intereses.

Psicólogas especialistas en adicciones; autoras de Drogas. Adolescentes en peligro, padres desorientados

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