lunes, 21 de agosto de 2017

TEMA PARA PENSAR....NO TEMER A LOS CAMBIOS



La resistencia al cambio no es un defecto. Es una parte esencial de lo que somos. Es resultado de la evolución natural y por ende se forjó decenas de miles de años atrás. En aquel momento, nuestros ancestros habitaban en las planicies de África, en un mundo donde los premios y castigos eran estables. Si salías un día de tu cueva, tomabas un sendero, te topabas repentinamente con un león y tenías la suerte de salir con vida, no ibas más hacia ese lado, porque allí estaba el león. Si, por el contrario, al día siguiente otro sendero te conducía a un valle lleno de frutos nutritivos, de ahí en más repetías esa conducta eficaz con regularidad.



Es decir: cuando encontrabas una receta que funcionaba bien para sobrevivir, los individuos más propensos a adoptar esas fórmulas se adaptaban mejor al medio y dejaban más descendencia. A la larga, la inercia a repetir lo que funciona se convirtió entonces en un aspecto crucial de nuestro linaje como especie. Ese aprendizaje quedó grabado en nuestro cerebro en la forma de un sesgo cognitivo, una conducta que opera afectando nuestra manera de leer la realidad y de tomar decisiones sin que siquiera seamos conscientes de ello.
Parafraseando al economista británico John Kenneth Galbraith, enfrentados a la disyuntiva entre cambiar de idea o buscar pruebas de que no hace falta hacerlo, la mayoría elegimos demostrar que el cambio es innecesario.
Hacia 2002, Blockbuster era una compañía tremendamente exitosa, con más de 9000 locales en gran parte de los países del mundo y 85.000 empleados. Todos íbamos a sus tiendas a alquilar o comprar películas en DVD. Cinco años antes había lanzado un competidor, pero no parecía capaz de hacerle mella a este coloso.


Una empresa llamada Netflix postulaba que no debía ser necesario ir hasta un negocio físico para retirar o devolver las películas y, en cambio, las enviaba por correo. Estoy seguro de que Blockbuster encontró innumerables razones para no cambiar y Netflix comenzó a crecer. Pero la parte realmente interesante comenzó recién en 2007, cuando una nueva empresa lanzó un modelo distinto y destruyó por completo a las dos anteriores.
Todos sabemos que Blockbuster quebró. Pero tal vez te sorprenda leer que Netflix fue destruida también. Después de todo, hoy muchos usamos su servicio de películas por streaming. Lo interesante es que fue la propia Netflix la que destruyó tanto a Blockbuster como a la antigua Netflix.
La verdadera disrupción era la posibilidad de transmitir las películas directamente por internet en vez de entregarlas en tiendas o enviarlas por correo. Netflix triunfó porque eligió no buscar excusas para no cambiar y aceptó tener que matar su fórmula de éxito inicial en vez de esperar a que otro lo hiciera.


Quizá lo más desafiante del mundo que nos toca vivir hoy en día es cuán cambiantes son las recompensas y los castigos. A diferencia de lo que sucedía hace miles de años en las planicies africanas, precisamente la receta que te dio resultado en tu vida hasta ayer y te hizo exitoso en tus actividades es la misma que puede condenarte al fracaso mañana si no sos capaz de cambiar a tiempo.
Pero nuestro cerebro no tuvo tiempo evolutivo de adaptarse a estas nuevas reglas de juego e intenta llevarnos una y otra vez por el camino probado. Abandonar ese sendero y cambiar al ritmo que necesitamos cambiar hoy es una pelea constante contra nuestra propia naturaleza. Felizmente, somos la única especie que, a costa de un esfuerzo grande, sistemático y consciente, es capaz de sobreponerse a sus propios instintos.

S. B.

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