jueves, 17 de agosto de 2017

PARA PENSAR, SENTIR E INTERESARNOS


Entre el tabú y la vergüenza: la larga lucha de las parejas por concebir un hijo
Según la OMS, una de cada seis tiene problemas para procrear; la medicina logró avances, pero casi no hay espacios gratuitos para contener psicológicamente durante la espera
"Desde que decidimos empezar a buscar un hijo y nos dimos cuenta de que no se daría de la manera natural, estamos en un limbo que nos tiene a mí y a mi marido con la vida entre paréntesis", dice Mariana, una mendocina de unos 40 años, al finalizar una charla sobre las dificultades que algunas personas enfrentan a la hora de concebir hijos.
Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis parejas tiene problemas para procrear: no logran el embarazo o los pierden. Y la gran mayoría, que ya se veían con ese hijo en brazos, se sienten solas y viven con cierta vergüenza o pudor lo que les pasa.
Los especialistas afirman que los espacios de contención donde pueden compartirse experiencias ayudan a soportar la espera. Sin embargo son pocas las organizaciones que brindan este asesoramiento de manera gratuita. La ONG Concebir, que brinda talleres gratuitos en la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva, en el barrio de San Nicolás, y un grupo de Facebook llamado el Club de las Soñadoras son dos de las agrupaciones que cumplen esta función.

"Los estudios indican que el tránsito por la búsqueda de un hijo que no llega es psicológicamente comparable al duelo por la pérdida de un ser querido", sostiene Pía Zgrablich, médica especialista de La Plata. Su colega porteño Adan Nabel agrega: "A veces pasa un año o dos hasta que la pareja es diagnosticada con infertilidad. Les dicen que se relajen y que así lograrán el embarazo. Ese mensaje, señalan los estudios de la Asociación Nacional de Infertilidad de Canadá, estresa aún más a las parejas y, en especial, a las mujeres, que suelen sentir que es culpa de ellas".
En los últimos años, la medicina reproductiva avanzó con diferentes tratamientos, y la ley nacional de reproducción médicamente asistida contempla la cobertura estatal, de las obras sociales o empresas de medicina prepaga de algunos de ellos.
El camino
"Nuestra búsqueda fue una ambivalencia de emociones. Teníamos desilusión y bronca. No entendíamos por qué pasaban los tratamientos y no llegaba nuestro hijo. Eran días en los que queríamos tirar todo por la borda. Pero, a su vez, la esperanza y la alegría nos volvía a cargar las pilas. Algo nos decía que estábamos muy cerquita del final del camino. Y ahí estaba Felicitas, esperándonos", cuentan Gisela  presidenta de Concebir, y su esposo, Claudio, el peregrinaje que terminó con un final feliz.

"Poner el cuerpo es muy doloroso. De repente la vida es un entrar y salir de estudios y centros de fertilidad", hace catarsis Julieta, que busca concebir hace cuatro años.
Beatriz tiene alrededor de 60. Poco después de casarse empezó a buscar un hijo y ese sendero duró muchos años, sin suerte. Su esposo se mostraba reacio a acompañarla al médico. Tampoco él quería seguir el camino de la adopción, le daba bronca, vergüenza, "y uno sin el otro -pensó ella- no es nada". Por eso bajó los brazos. Cuarenta años después contó su historia frente a unas 80 personas, en el salón de un hotel de Salta. "Pude ser feliz. Tengo unos sobrinos hermosos a los que les di todo el amor. Pero no se queden sintiendo que podían haber luchado más. Son heridas que siguen doliendo, aun de viejas", dijo.
"Encontrarnos, saber que no estamos solos, que no estamos locos por sentir lo que sentimos, hace bien", afirmó Cecilia al final de un encuentro en Luján. "La mayoría de las parejas sienten que no van a ser padres jamás. Transitan un laberinto de emociones: afrontar que no lo serán en forma natural, sentir vergüenza por tener problemas para concebir, vivir con el miedo a que su pareja los deje y desesperanzarse ante los resultados negativos de un tratamiento", cuenta De Antón.
"Las parejas a las que, en general, les va mejor son las que se comunican lo que sienten y no dejan que el dolor las paralice", argumenta la médica especialista Estela Lancuba.

El psicólogo Miguel Espeche advierte: "El hijo es siempre más que un hecho biológico y su persona está constituida, también, por la trama psicológica que lo antecede y dentro de la cual nace".
Mariana cuenta que al salir de la aspiración de sus óvulos su médico comentó al pasar: "Con esos ojos tan lindos y esos óvulos tan horribles que tenés". La forma en que comunican los médicos puede ser un ancla o una boya emocional. Y también está el prejuicio social que relaciona la fecundidad con la virilidad o la femineidad. Esto refuerza la vergüenza y acentúa el tabú.
El tema de la pareja es clave, afirman los especialistas. Héctor es un camionero de larga distancia de La Plata. Cuando vuelve a su casa trata de encontrarse con su esposa. Sin embargo, a veces, ella está tan agresiva que él no sabe cómo acercarse. Su mujer le contesta que, a veces, siente que es la única que sufre y eso la enoja. "Las parejas que sobreviven a esta experiencia son las que logran acompañarse y compartir lo que sienten. Y así terminan fortalecidas", afirma Juan Aguilera, especialista de Salta.
"Cuando les pregunto cuándo fue la última vez que tuvieron relaciones sexuales, por un tema médico vinculado a los espermatozoides, algunas parejas ni lo recuerdan", cuenta el doctor Edgardo Andreatta, presidente de la Asociación Argentina de Centros de Fertilidad Asistida.
Para el médico mendocino Antonio Sarra Pistone, es bueno conocer las probabilidades de lograr un embarazo a partir de un tratamiento que, en promedio, suele ser de 35 a 40% en la fertilización in vitro y de 50% en la ovodonación, aunque esto siempre depende de la salud reproductiva de cada pareja. Sin embargo, aclara, muchos con los peores pronósticos y con ayuda de la ciencia, lo logran.
L. M.  (LUCIANA MANTERO )


Cuando los hijos no llegan naturalmente e interviene la medicina reproductiva hay, a grandes rasgos, dos tipos de tratamientos: los de baja y de alta complejidad. Los primeros consisten, principalmente, en relaciones sexuales programadas e inseminación artificial intrauterina. En los segundos hay dos técnicas posibles: la ICSI, una inyección de un espermatozoide en el citoplasma de un óvulo, y la fertilización in vitro.

Según la ley nacional de reproducción médicamente asistida (26.862), las personas, solas o en pareja, sin límite de edad, tienen derecho a la cobertura total por parte de las obras sociales, las empresas de medicina prepaga y el Estado a cuatro tratamientos de baja complejidad y a tres de alta, sea con gametos propios o donados, más toda la medicación necesaria. Según el responsable del flamante Programa Nacional de Reproducción Asistida del Ministerio de Salud nacional, Nicolás Neuspiller, en la mayoría de las provincias los hospitales están haciendo tratamientos de baja complejidad. En seis meses, promete, habrá cuatro hospitales distribuidos estratégicamente en el país con la tecnología necesaria para hacer los tratamientos de alta.
En forma privada, un tratamiento de alta complejidad puede costar hasta $ 100.000, más los $ 30.000 de medicación. El de baja vale 8000 pesos, más $ 3000 de medicamentos.
Quizás el más complejo de los tratamientos sea el de subrogación de vientre, en el que una pareja que no puede concebir o personas solas recurren a una gestante para que pueda llevar adelante el embarazo. Esa figura, aún sin legislar, al no estar expresamente prohibida por ley, permite que los tratamientos se lleven a cabo con orden judicial previa. En la Argentina, el costo asciende a unos US$ 40.000 y son muchos los centros de fertilidad que los realizan. Ponen como condición que la relación con la mujer gestante no sea comercial, sino por altruismo.
El deseo más grande del mundo
La autora de esta nota publicó el libro El deseo más grande del mundo (Paidós, 2015), sobre las dificultades que algunas personas enfrentan a la hora de concebir hijos. En el marco de su gira de presentación, organizó charlas gratuitas con hombres, mujeres y parejas. Participaron unas 1000 personas en ocho ciudades de la Argentina.

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