martes, 15 de agosto de 2017

HISTORIAS DE NUESTRA PATRIA

Saben que a mí me interesa particularmente ampliar la mirada y que podamos ver los fenómenos sociales, políticos y culturales en toda su complejidad y extensión, más allá de la coyuntura.
Y para eso es interesante bucear en la historia y entender cómo y por qué ocurrían y siguen ocurriendo las grandes tragedias nacionales.
Estamos asistiendo a lo que parece ser el inicio de un combate contra las mafias en la Argentina, que nadie había encarado antes por distintas razones.
En el año 2015 una ajustada mayoría de argentinos consolidó la idea de que no podíamos seguir viviendo gobernados por narcotraficantes, coimeros y pistoleros y le dio a este gobierno la tarea de sanear las instituciones bajo la mirada severa de la ciudadanía.
La Salada, los decomisos de enormes cantidades de droga, el desmantelamiento de poderosas redes de fraude con la obra publica y lavado de dinero, el apartamiento de policías corruptos, en fin, son muchos los frentes en los que se está trabajando.
Quizás este sea el activo más poderoso de este gobierno, porque la corrupción mata, y yo agrego, cuando no mata, esclaviza.Los invito a conocer una red mafiosa espeluznante, una de las más antiguas. Vamos a viajar en el tiempo:
En 1888 había en Buenos Aires más prostíbulos que escuelas: ¡seis mil sólo en la ciudad!
Hacia fines del siglo 19 y comienzos del 20, Buenos Aires vivía su esplendor: la arquitectura venida de Francia, la aparición de los cabarets más lujosos de América del Sur, el nacimiento del tango, el encanto de los suburbios y el glamour de los barrios ricos se mezclaron para dar vida a la célebre noche porteña.
Sin embargo, detrás de todo aquel esplendor se ocultaba un mundo criminal en el que confluían el tráfico de mujeres traídas por la fuerza desde Europa, la explotación de menores obligadas a prostituirse, las enfermedades venéreas y los vínculos de todos estos factores con el poder político.
En aquella lejana Buenos Aires tuvo lugar el mayor fenómeno inmigratorio. El factor determinante para comprender el enorme crecimiento de la prostitución fue que gran parte de los inmigrantes que llegaron eran hombres jóvenes solteros.


Esto derivó en un hecho inédito: se invirtió la tasa de hombres y mujeres en condiciones de casarse. Por primera vez había más hombres que mujeres solteras.
Ésta fue la cuña por donde entró la prostitución a gran escala. Los viejos prostíbulos del puerto de pronto se multiplicaron por decenas y comenzaron a extenderse y ramificarse.
Entre los argumentos de los promotores del golpe de 1930, uno de los más repetidos era la «escandalosa disolución moral que socavaba los cimientos de la Patria».
Esta excusa, utilizada desde los albores de la historia, consistía en invocar razones morales para recortar derechos sociales y libertades públicas.
Pero a estos viejos pretextos represivos venían a sumarse los nuevos argumentos acuñados por el fascismo europeo de la época: la culpa de todos los males la tenían los inmigrantes.
En este contexto, el tango era considerado la expresión cultural de toda aquella “lacra” nacida en los conventillos en los que se mezclaban los extranjeros, las prostitutas y los criollos pobres.
Cuando Leopoldo Lugones notó que la poderosa poética del tango iba a sepultar para siempre, tal como sucedió, su tibia pluma modernista, decidió que era hora de reemplazar la pluma por la espada.
Los golpistas se llenaban la boca con la moral. Sin embargo, la trata no se detuvo con el golpe. Al contrario, creció.
A nadie escapaba el hecho de que el tráfico de mujeres sólo era posible al amparo del poder: militares, funcionarios, policías y jueces pasaron a formar parte del lucrativo negocio de la explotación sexual y sus derivados.
La Sección Investigaciones de la Policía Federal estaba al servicio de los tratantes y se dedicaba escrupulosamente a limpiar sus prontuarios y sacarlos de la cárcel si caían en desgracia.
Al producirse el golpe militar, los funcionarios de Uriburu desplazaron a los cabecillas de las organizaciones criminales, pero lejos de acabar con el proxenetismo tal como proclamaban, se quedaron con el negocio.


Tan grandes eran los intereses en juego que al gobierno de facto no le importó siquiera guardar las formas: el golpe se produjo el 6 de septiembre de 1930; apenas un mes más tarde se legalizaron los prostíbulos «grandes» y, por si quedaba alguna duda sobre el verdadero interés, se autorizó por decreto municipal la transferencia de su propiedad a los nuevos dueños.
Los propios funcionarios de la dictadura se adueñaron de las casas de tolerancia a través de una cadena de testaferros. ¿Te suenan conocidos este tipo de manejos?
Es sólo el comienzo,otro dïa les voy a contar como la temible ZWI MIGDAL se erigió como la red de trata más aceitada y cruel de esa época y no vas a poder creer quien acabó con ella… una pequeña heroína llamada “La Polaquita”. Pero esa es otra historia que te voy a contar mañana.

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