miércoles, 16 de agosto de 2017

HISTORIAS DE NUESTRA PATRIA 2


La Zwi Migdal
La Zwi Migdal ocupa un lugar imborrable en la historia criminal argentina. Fue el nombre que adoptó una poderosa organización de tratantes de blancas y proxenetas de origen polaco, que funcionó bajo la pantalla de una sociedad de socorros mutuos hasta principios de los años treinta.
Para prevenir esa situación, ya desde principios del siglo XX las entidades judías resolvieron marginar a quienes se dedicaran al negocio de la prostitución. Los tmeim (impuros), como se llamó a los proxenetas y tratantes de blancas, tuvieron así la entrada prohibida en los lugares de reunión y esparcimiento comunitarios, entre ellos los templos y los cementerios. El periodista francés Albert Londres, que investigó el tema en su extraordinario libro “El camino de Buenos Aires” (1927), describió el régimen de terror y miseria que imponían los rufianes polacos en sus burdeles. “La trata de blancas, la verdadera, son los polacos quienes la practican –dijo–. (...) No hay un solo polaco de Buenos Aires que no tenga cinco o seis mujeres. O siete u ocho. Viven bajo una disciplina aceptada y servil”. Sin embargo, aunque resulte contradictorio con la naturaleza de sus ocupaciones, tenían un interés genuino en sostener su religiosidad: querían celebrar sus ritos en sinagogas y disponer de un lugar donde enterrar a sus muertos. Como reconoció el periódico Mundo Israelita (1930), “conservan en el fondo de su conciencia el temor de Dios y quieren observar el Pacto de Israel”.
En 1906 conformaron en Avellaneda la Sociedad de Socorros Mutuos Varsovia. Esa ciudad, dominada por el caudillo conservador Alberto Barceló, no ejercía entonces mayor control sobre los prostíbulos, al punto de que no tenía ninguna ordenanza que regulara su actividad.
Córdoba 3280 


Así comienza a hacerse fuerte “La Varsovia”, la organización que durante décadas manejaría el negocio de la prostitución y la trata de blancas. Habiendo tenido distintas sedes donde organizar sus reuniones, desde los primeros cafés de los comienzos, hasta locales alquilados, la casa de la calle Córdoba fue sin dudas el inmueble que por sus dimensiones y por lo ostentoso apreciaban como una revancha contra la comunidad que los despreciaba.
La cohesión del grupo y el común elemento gremial que los aglutinaba hizo crecer su poder y sus finanzas al punto tal de que en el año 1924, Wolf Brocman, José Leib Zytnitzky, Wolf Singer, Simón Brutkievich, Salomón Grosflam y Max Wonvoller, todos miembros de la Varsovia, compran una importante propiedad en la calle Córdoba 3280. La operación la realiza el escribano Darmandrail y en la misma, los señores Mérola, Isolabella y Gisbert venden a los primeros el inmueble mencionado por el que se paga la suma de $ 105.000. El desembolso real fue de $ 60.000 al contado ya que los $ 45.000 restantes se reservaban para cubrir una hipoteca que la finca tenía a favor de Perfecto Iglesias y Pablo Perlender. 2
La casa en cuestión, ubicada sobre un lote con 19 metros de frente a la calle Córdoba por 34 de fondo, se componía de un gran hall de entrada, sala, escritorio, comedor, comedor diario, baños, habitaciones de servicio y dependencias en planta baja. Continuando con 6 dormitorios y 3 baños en el primer piso más otras 2 habitaciones, baño, terraza y lavadero en un segundo piso. Además contaba con calefacción central y lujosos detalles para la época. Con un total de 651 metros cuadrados cubiertos, entre los cuales también habría que incluir un sótano y junto al amplio parque circundante, su valor actual rondaría el millón de dólares
Las condiciones en que se realiza la operación y los motivos que la impulsaron no quedan del todo claros. Se justificaba la compra por parte de los asociados hasta tanto la Sociedad estuviera en condiciones de afrontar los gastos necesarios. Sin embargo, dos años más tarde, cuando se realiza el traspaso del bien a la Sociedad, ésta termina pagando $ 150.000. Por un lado $ 105.000 (valor que se daba al inmueble producto de los arreglos y reformas que se habían realizado) y por otra parte reconocía una deuda por la hipoteca a favor de Iglesias – Perlender, que aún se mantenía en $ 45.000.3
Motivados por la nueva adquisición, cada uno en su medida y algunos intentando destacar sobre el resto, los socios realizan distinto tipo de donaciones, en especial, las relacionadas al salón de fiestas y los objetos de culto que embellecerían la sinagoga: dos arañas por valor de $ 5.000, sillas y sillones de salón por casi $ 2.000, brazos de bronces, un palco y baranda, mesas y espejos, una funda para toráh labrada con oro sobre terciopelo, libros para los servicios religiosos, 50 banquitos, un altar de roble, una carpeta negra bordada de fúnebre, una carpeta verde, etc. hasta completar un total de $ 12.363 en donaciones.
El día de la inauguración del templo se realizó una procesión por las calles del barrio transportando los rollos de la Torah, seguida por un conjunto abigarrado de proxenetas, prostitutas y regentes de los burdeles.4
Los días de fiesta eran otro motivo de algarabía, como decía el comisario Julio Alsogaray en su libro: “ Cuando se trata de un casamiento de gran vuelo, por la calidad de los contrayentes, los rufianes «echaban la casa por la ventana». La iluminación y los adornos de la sinagoga no admitían comparación por ser los más costosos y en la misma o mayor proporción era todo lo relativo al festejo. A estas grandes ceremonias, diremos así, concurrían de rigurosa etiqueta, acompañados de sus explotadas, que debían sacrificar las ganancias de una noche para ir a la fiesta, detalle que los rufianes destacan acentuadamente. Los invitados de rango, entre los que se encontraban algunos funcionarios superiores de la policía, ocupaban los sitios designados con anticipación. Las grandes proxenetas (...) lucían valiosísimas joyas, que descontaban los comentarios de las infelices esclavas, ya que sin excepción abrigan la esperanza de igualarlas algún día”.
Allí también se hacían subastas de carne humana, según relató Gustavo Germán González, célebre periodista del diario Crítica: las mujeres, traídas a veces con falsas promesas de matrimonio, eran exhibidas desnudas y vendidas al mejor postor. Una protesta del cónsul de Polonia hizo que en 1929 la entidad pasara a llamarse Zwi Migdal, en alusión a uno de sus primeros presidentes (otra versión indica que el nombre, en yiddish, significa “gran fuerza”). 


Se dice que entonces la Zwi Migdal tenía más de tres mil "polaquitas" trabajando en un sistema de esclavitud. Sus rufianes iban a Europa (en especial Polonia y Rusia) para seducir a chicas de entre 16 y 22 años. Los padres de esas jóvenes (por lo general simples campesinos) no dudaban en avalar que sus hijas se casaran con esos "comerciantes" que venían de un lugar sin hambre.
Previamente la sociedad se había escindido: en la Zwi Migdal quedaron los rufianes de origen polaco, mientras que los rusos y los rumanos se nuclearon en la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Aschkenasum, presidida por Simón Rubinstein, dueño de varios prostíbulos y sindicado como contrabandista de seda. Ambos grupos mantuvieron cordiales relaciones. En 1921 la Aschkenasum inauguró su cementerio propio en Avellaneda, frente a la actual necrópolis municipal. Esta fracción de tierra se amplió más tarde en condominio con la Zwi Migdal.


Geografía de la muerte
El Cementerio Israelita de Granadero Baigorria.
El 4 de abril de 1933 Saúl Friedman, León Sinay, Natán Graber, Hernán Teitelberg, Luis Germelin, Bernardo Seheiner, Mauricio Rotrand, Salomón Germán y Natan Borenstein, en representación de la Unión Hebraica de Rosario, solicitaron autorización a la comisión de fomento de Paganini (actualmente Granadero Baigorria) para instalar un cementerio de ritual hebreo. La necrópolis se inauguró al año siguiente, en un terreno adyacente al actual Cementerio El Redentor.
La Unión Hebraica tenía todo el aspecto de una pantalla de los rufianes. La dirección de su sede rosarina –calle Pichincha 248– estaba en el centro de la zona prostibularia de la época. Y uno de sus dirigentes, Saúl Friedman, fue detenido por la policía el 21 de mayo de 1930 en una redada contra proxenetas en el mismo barrio. Según una crónica del diario La Capital, lo apresaron en una casa ubicada en Güemes 2965, “donde se estableció que funcionaba una sinagoga, fundada y frecuentada por elemento de mal vivir”.
Mario Gluck, profesor de la Universidad Nacional de Rosario e investigador de la historia de la colectividad judía en esa ciudad, dice que se sabe muy poco acerca de aquella institución. “Estuvo inscripta como una sociedad de beneficencia, aunque su función fundamental fue la construcción y el mantenimiento del cementerio. (Los rufianes) hicieron esta sociedad porque la institución judía más cercana, la Asociación Israelita de Beneficencia de Rosario, había expulsado de su seno a aquellos que se dedicaban a la prostitución, impidiéndoles el ingreso a las instituciones de la colectividad”.
El Cementerio Israelita de Granadero Baigorria tiene un acceso propio, con frente sobre vías del ferrocarril. Una calle bordeada por cipreses divide el terreno en dos sectores. En el principal se encuentran tumbas que pertenecen en su mayoría a hombres o grupos familiares; en el otro se hallan enterradas mujeres. “La necrópolis exhibe una especie de geografía de la muerte –dice la historiadora rosarina María Luisa Múgica–: es un espacio jerarquizado con sepulcros de mayor y menor importancia en la ornamentación. Así, hay tumbas simples, que probablemente pertenecieron a prostitutas, otras más suntuosas, de las regentas, y finalmente las de los proxenetas, más trabajadas”. Contra un muro, aisladas, se hallan dos tumbas, una de las cuales carece de identificación. “Tal vez estén aparte porque fueron suicidas, o gente muy pobre”, conjetura Gluck. 


La disposición de las tumbas parece seguir también pautas familiares. En la primera fila del sector principal, yacen los restos de Pincus Helfer, registrado como miembro de la Zwi Migdal; en la segunda, detrás suyo, se encuentran sepultados su esposa, Sara Gutgold, y su cuñado, David Gutgold. Pincus Helfer, por otra parte el último presidente de la Unión Hebraica, fue “escrachado” como rufián por el diario rosarino Reflejos en 1930, cuando en Buenos Aires se desarrollaba el juicio a la Zwi Migdal como consecuencia de la denuncia de Raquel Liberman, una de las tantas mujeres explotadas en una red de prostíbulos que se extendía sobre todo por Capital Federal y las provincias de Buenos Aires y Santa Fe.
En la tumba de Helfer, con su nombre, se observa un grabado: dos manos extendidas y a la vez unidas por el pulgar. “Ese símbolo –explica Gluck– significa que el muerto era Cohen: no necesariamente de ese apellido sino que pertenecía a la tribu de Aaron, hermano de Moisés. Según el libro bíblico del Éxodo, esta tribu tenía a su cargo las funciones sacerdotales. Los descendientes no necesariamente son sacerdotes o rabinos, pero tienen un lugar especial dentro de las ceremonias, sobre todo las de Rosh Hashana y Iom Kipur. Además están sujetos a una serie de prescripciones especiales, aparte de las establecidas para todos en la religión.”
En otras tumbas se encuentran los restos de León Rubinstein, de nacionalidad islandesa, dueño del Venecia, un prostíbulo de dos plantas en la antigua zona roja de Rosario; Albina Bederko de Zigman, registrada como administradora de prostíbulos; Mauricio Raftenberg, Simón Schwartz y Pincus Waterman, sindicados como rufianes; e Ignacio Engel, Natalio Levcovich y Mauricio Raftenberg, denunciados como socios de la Zwi Migdal por el comisario Julio Alsogaray en su libro “Trilogía de la trata de blancas” (1933), uno de los testimonios más importantes sobre las mafias de la prostitución en los albores de la Década Infame. Pero el personaje quizá más importante que se encuentra allí es Max Zysman, quien fue uno de los principales dirigentes de la sociedad de rufianes polacos.
En el juicio, iniciado en 1930, fueron procesados 108 miembros de la Zwi Migdal. Aunque la justicia concluyó al año siguiente que no podían comprobarse los abusos denunciados, muchos de los rufianes terminaron deportados. Zysman fue expulsado a Uruguay, pero posteriormente regresó a la Argentina. En honor a su memoria, su esposa Perla hizo construir en 1935 una galería en el cementerio de Granadero Baigorria, que aún permanece en pie.
El cementerio de los rufianes también preserva un fogón –utilizado a efectos religiosos– y una sala donde se realizaba la preparación ritual de los cuerpos antes de su inhumación. Esa sala, según se lee en una placa que conmemora el hecho, fue construido con los aportes de tres mujeres: Anita Baran, Sara Waisman y Sofía Greistz. La primera se desempeñó como madama de prostíbulos en Rosario.
En el interior de la sala se observa la mikvá, una mesa de mármol en que se depositaba el cadáver. Allí se despojaba al cuerpo de sus ropas y se lo bañaba. ”La mikvá tiene el uso del baño ritual que hacen los judíos muy religiosos, una vez a la semana o ante determinados acontecimientos especiales –apunta Gluck–. En el cementerio se utilizaba para bañar a los muertos, cortarles las uñas y el pelo. Las inscripciones en las tumbas y la existencia de la mikvá para mí son muestras de la religiosidad de este grupo de judíos, propia de sus lugares de origen.” 


En las tumbas pueden leerse no sólo los nombres de quienes allí fueron enterrados sino también alguno de sus datos, como el lugar de origen o la nacionalidad, en general polaca y rusa. Además hay grabados inscripciones y textos religiosos.
Algunas tumbas carecen de identificación, otras muestran orificios y roturas. La versión popular dice que alguien ingresó una noche al cementerio y disparó contra las fotos, para ejecutar una venganza simbólica o para impedir la identificación de algunos de los muertos. En la administración del cementerio El Redentor, en cambio, atribuyen el deterioro al paso del tiempo y al óxido.
La misteriosa Unión Hebraica administró el cementerio hasta el 23 de junio de 1959, cuando lo cedió sin cargo a la comuna local. La última inhumación se registró en 1968; las visitas de familiares a las personas allí enterradas son excepcionales, y no se permite el ingreso del público. Expulsados de su colectividad de origen, perseguidos por la justicia, los rufianes finalmente consiguieron lo que querían: descansar en una tierra propia.


El fin de la trama
Con sus negocios aún en secreto para la mayoría de los porteños pero cada vez más evidentes y desafiantes para las organizaciones de lucha dentro de la comunidad judía, en 1927, en la secretaría de la Sociedad Israelita de Protección a Niñas y Mujeres,
se da forma a una nueva denuncia contra la Sociedad Varsovia para ser presentada ante la Inspección de Sociedades Jurídicas de la provincia de Buenos Aires pero como quedaría demostrado más tarde, la connivencia entre el inspector Martín Pérez Estrada y los rufianes la hacía totalmente infructuosa. Lo que sí interpretaban éstos como un problema de difícil contención era la molestia que el ministro plenipotenciario de Polonia, Dr. Ladislao Mazurkiewicz, sentía con la legalidad que las autoridades le reconocían a los rufianes permitiéndoles que su sociedad se adjudicara el título “Varsovia” nombre de la capital de la República de Polonia, lo que constituía una ofensa para el honor nacional polaco.
Alertados por la presentación que el ministro planeaba realizar oficialmente en el Ministro de Relaciones Exteriores, los rufianes optan por cambiar de nombre a la Sociedad y evitar así la exposición de sus actividades ante la prensa. Desde 1929 en adelante, será conocida como: Sociedad de Socorros Mutuos, Sinagoga y Cementerio Zwi Migdal.
Hay dos hipótesis sobre la nueva denominación: por un lado la que indica que Zwi Migdal significa “Gran Fuerza” en idish y por otro la referencia honoraria a uno de sus primeros miembros.
Cuando a fines de 1929 Raquel Liberman, que había participado en el negocio de la prostitución, se entrevistó con el juez esperando recuperar sus ahorros y dispuesta a atestiguar contra la Sociedad, la suerte de la Migdal estaba echada.
Allanado el edificio de la calle Córdoba, la justicia incautó una variada documentación, entre ella, del libro de socios de la Zwi Migdal, que fue la base de las ordenes de captura que se impartieron contra sus miembros. El detalle que no se tuvo en cuenta y que hizo ver a la organización mucho más grande y peligrosa de lo que era, fue que una gran parte de los socios que figuraban en el libro ya habían fallecido.
La búsqueda inicial de más de 400 prófugos, contando a vivos y muertos, terminó por llevar a juicio solo a 108 de los buscados. Del resto, algunos lograron escapar con el auxilio de miembros corrompidos de la policía y otros pocos no fueron citados. Los demás, ya estaban haciendo uso de la necrópolis mutual. 





¿Qué fue de la mansión de Córdoba?
Tan pronto como la Zwi Migdal perdió su personería jurídica, el Consejo Nacional de Educación se interesó por la propiedad de la calle Córdoba ya que los bienes vacantes, al disolverse una sociedad, si esta no le designa un destino en sus estatutos, pasan por ley al mencionado Consejo. De igual manera, el Director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, entendía que: por estar radicada en Avellaneda la entidad, la suntuosa casa correspondía agregarse al patrimonio de la provincia. Pero la verdad es que la residencia aún tenía una hipoteca contraída en 1928 y dado que los deudores estaban siendo expulsados del país, se presentó en el juzgado del Juez de Primera Instancia en lo Civil de la Capital Federal, Dr. Carlos A. Varangot, el acreedor Don Benjamín Abal.
El magistrado ordenó el remate judicial con una base de $ 50.000 m/n y los encargados de efectuarlo fueron Adolfo Calvete e Hijos. El 13 de septiembre de 1931 la propiedad fue subastada resultando ser el mejor postor Don Emilio Spinelli quien ofertó $ 80.000.6
La venta quedó formalizada el último día del mes de diciembre de 1931 en el despacho del Dr Varangot. Spinelli dió constancia del pago total de la suma pautada con un recibo del Banco de la Nación Argentina y se confeccionó la escritura correspondiente.
La suerte de Spinelli no duraría mucho tiempo y problemas en sus finanzas lo obligarán a pedir un préstamo en 1932. Contra el mismo, ofrece la garantía hipotecaria de las fincas de las calles: Amenabar 1085, Córdoba 3271 y Córdoba 3280.
Cinco años después y ante la imposibilidad de afrontar la deuda es demandado por Eusebio Dávila en la suma de $ 100.000 m/n. La fecha del nuevo remate se fija para el 22 de octubre y la base para la antigua propiedad de la Zwi Migdal es de $ 60.000 m/n. La venta en subasta pública recae en los martilleros A. C. Taquini y Cía. Y el comprador resulta ser un grupo empresario y de inversiones llamado “Terra – Garba Sociedad Anónima Comercial y Financiera” La persona que representa a los inversionistas y a la vez quien firma la nueva escritura es: Don Humberto Felipe Terrabusi, conocido por todos como el fabricante de las galletitas que llevan su nombre.7
Terra – Garba hace uso de la propiedad por varios años y para la década del ’40 había edificado allí un depósito, por lo que se supone que en una fecha imprecisa posterior a la compra demolió parte o la totalidad de la casa. En 1966 Enrique Pedro Rossi, en representación del grupo, vende la propiedad a David Pustelnik S.A.C.I.I.A.F quien a su vez, a los pocos días, vuelve a vender a Incomat S.R.L. realizando una escritura traslativa de dominio en favor de Julio Belenky.8
Al año posterior comienza la construcción del importante edificio de viviendas que, hasta el día de hoy, se encuentra en la parcela 10 y ocupa las actuales numeraciones 3276; 78; 80; 82 y 84 de la calle Córdoba.
Con el juicio y la exposición pública, la Migdal sufrió una gran derrota que fue la pérdida de la personería jurídica que legitimaba su existencia. El remate judicial de la sede de la calle Córdoba mostró a sus miembros la relatividad de un poder que: basado en la corrupción y el engaño, ellos creían invencible. Desmembrado el grupo como tal, sus integrantes, individualmente, fueron perdiendo protagonismo y finalmente en 1934 una ordenanza municipal terminaría por abolir el sistema de prostitución legalizada.

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