domingo, 30 de julio de 2017

LA EXISTENCIA DE LA MENTIRA



La verdad no existe. Es un ideal. Pero que no exista no nos exime de buscarla. Buscarla es fundamental, porque la verdad no existe, es un ideal, pero la mentira sí, es bien real.
Ante una determinado hecho se abren n posibles interpretaciones. La imparcialidad no existe. También es un ideal. Pero que no exista no implica dejar de aspirar a ella. Perseguirla es esencial porque la imparcialidad no existe, pero la tergiversación intencionada sí, es completamente tangible.
La justicia no existe. Es un ideal. Pero que no exista sólo agiganta el desafío de lograrla. Porque aunque no exista la justicia y sea sólo un ideal, la injusticia y la inequidad nos interpelan, nos golpean en la cara cada minuto que pasa.
Hace más de 30 años, la película Las patas de la mentira mostraba cómo una realidad sorprendente que se dijeran falsedades en el ámbito público. Hoy ya no hay sorpresa. Vivimos en la era de la post verdad: una era en que la verosimilitud y la viralización desplazaron a la verdad a un lugar secundario. Una era en la que más y más actores sociales descubrieron el potencial y el bajo costo (político y económico) de diseminar información falsa. Incluso muchos medios fueron perdiendo la pretensión de imparcialidad y prestándose a la tergiversación con creciente desenfado.


La tecnología viene, en este caso, a amplificar el problema. Las redes sociales crearon la plataforma ideal para que este tipo de noticias ficticias se esparcieran a una velocidad sin precedentes. Las licencias poéticas que se hacen posibles al apartarse de la realidad llevan a que muchas más personas, sin preguntarse sobre las bases fácticas de lo que leen, compartan ávidamente todo aquello que confirme de manera verosímil sus prejuicios respecto de cada tema. En la mayoría de los casos, la noticia verdadera no vende, no viraliza. ¡Y las desmentidas que intenten rectificar la falsedad aún menos! El daño ya está hecho y no es posible volverlo atrás. Para frenar este fenómeno es necesario aplicar el juicio crítico antes de compartir cualquier contenido en las redes: "¿Será real que si no le mando este mensaje a mil amigos van a empezar a cobrar WhatsApp? ¡Qué se yo! ¡Por las dudas lo mando! Si Karelis Hernández lo dice.". Parece una pavada, pero no lo es.



La verdad como aspiración no reduce sino que enriquece la variedad de visiones, porque aun cuando nos basemos en datos ciertos, diferentes interpretaciones llevarán a opiniones contrapuestas que generen un pluralismo sano. Para que la sociedad prospere es necesario que el diálogo entre los actores esté basado en el análisis bienintencionado de hechos y datos verificados.

La clave para salir de este atolladero es subirle el costo a la mentira. Organizaciones sin fines de lucro como Chequeado.com, cuyo directorio integro desde hace unos años, trabajan para desenmascarar a quienes la utilizan como herramienta sistemática. Pero no alcanza con poner en evidencia a quienes mienten si la sociedad no penaliza esta forma de manipulación retirando el voto o el apoyo.


La lucha por la búsqueda de la verdad y en contra de la mera verosimilitud es tremendamente desigual. Pero es una batalla que es imprescindible dar: la generación intencional de noticias falsas y la creciente manipulación de los ciudadanos erosiona las bases mismas de la democracia. Por eso los invito a pensar dos veces antes de compartir información en las redes, al seleccionar los medios que utilizan para informarse, así como también al elegir a quienes tengan la responsabilidad de conducir nuestras instituciones.
S. B.

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