jueves, 29 de junio de 2017

POLÍTICA CRUDA Y COTIDIANA

EDUARDO FIDANZA

El focus group transcurre calmo, con desacuerdos que no llegan al enfrentamiento. Más allá de las divergencias, los participantes, que viven en la provincia de Buenos Aires y fueron convocados para opinar sobre las elecciones, comparten un sentimiento ambiguo: el país no arranca, los cambios no se perciben, pero poco a poco las cosas mejorarán. Hay que aguantar, mantener la esperanza a pesar de que no se vean resultados. Otros se resignan; algunos, en cambio, protestan y se preguntan si no habrán equivocado el voto. En general, saben poco de las próximas elecciones (cuándo son, qué se elige) y los eventuales postulantes, con escasas excepciones, no los entusiasman. Los que se salvan de la indiferencia son apenas un puñado de mujeres, encabezadas por la gobernadora. Como es esperable, la gente está en otra cosa, preocupada por llegar a fin de mes, con presupuestos que se estrechan cada vez más debido a la inflación y la disminución de ingresos. Las elecciones no son la prioridad de estas personas.
En ese clima, discuten y evalúan posibles candidatos. El coordinador les propone mirar fotografías de ellos y elegir dos, una para el cargo de senador, otra para el de diputado. En ciertos casos, las duplas elegidas sorprenderían a más de un politólogo porque las preferencias de los participantes son arbitrarias, no guardan relación con el alineamiento partidario de los precandidatos. El votante, que tiene poca información, utiliza atributos morales y psicológicos de la vida privada para decidir sus opciones públicas. Más que la ideología y la pertenencia a partidos, importan la honestidad, la empatía, el liderazgo, la eficacia, los gestos que indican familiaridad o extrañeza. Eso quizá explique por qué un hombre de mediana edad, preocupado por la inseguridad y la falta de trabajo, alza dos fotos y proclama convencido: esta es mi opción. Eligió a Cristina Kirchner para senadora y a Elisa Carrió para diputada. En la conciencia borrosa de este individuo no las separa el espanto ni las une el amor, sino la fortaleza de carácter. Son enérgicas y decididas, entonces a la urna.


Este ejemplo, sin duda, expresa un capricho infrecuente. Sin embargo, patentiza un tópico de las democracias modernas: el elector medio es apático y está desinformado; sus decisiones surgen de una emotividad difusa más que de un cálculo racional. Sobre la lógica de los votantes y la asimetría informativa que los distancia de la clase política se ha escrito mucho. Pero, por más teorías y modelos matemáticos, la consistencia de su conducta no resiste análisis: son las impresiones y los sentimientos quienes determinarán qué boleta elegirá. Un amplísimo collage cultural donde se superponen imágenes, consumos, espectáculos, tecnologías, violencias, ansiedades y deseos de bienestar, entre otras excitaciones, opera como telón de fondo del voto. Lo condiciona y lo prefigura. Eso lo saben los consultores de campaña, cuyas estrategias consisten en modular y adecuar la comunicación política a ese mundo caleidoscópico. En él los candidatos no son entidades sustantivas, sino manchas de un test proyectivo donde los electores ven figuras cambiantes de acuerdo con su percepción emocional.
Si se observa con este cristal a los votantes que miran fotos de dirigentes para armar su combo, acaso pueda discernirse una serie de atributos que determinarán la opción electoral. No más que eso por ahora. Mientras la clase política, febril y absorta, cierra listas, la gente recién empieza a despertar del letargo, construyendo a tientas una primera selección de políticos, no necesariamente candidatos, en torno a los atributos que le interesan. En un país donde tres mujeres encabezan el ranking de prestigio y otra interpreta a una antihero-ína amada y detestada con pasión, el género constituye una dimensión significativa. Allí el votante anota: Vidal, Carrió, Stolbizer, Ocaña, Cristina. Otro atributo es la capacidad de liderazgo, donde pasan el corte otra vez Vidal, Carrió y Cristina, acompañadas, a distancia, por Macri y Massa. La honestidad es uno de los rasgos clave para el elector. Ante él desaparecen los varones y la antiheroína, cercada por imputaciones y denuncias. Vidal, Carrió, Stolbizer y Ocaña son las únicas insospechables. La cercanía, la empatía con la gente común, también es valorada. Vidal se vuelve a llevar las palmas en este rubro, casi en solitario. Resta un atributo controvertido: la eficacia material, la capacidad de lograr condiciones favorables de ingreso, empleo y consumo, aunque no sean sustentables. Allí brilla Cristina. Como muchos declaran, y otros admiten entre líneas: "Con ella (o contra ella) estábamos mejor".
Los planetas tan lejanos de electores y elegidos finalmente se superpondrán el 22 de octubre. Apenas por unas horas, como en los eclipses. Entonces se sabrá qué atributo predomina sobre otros, qué personalidad seduce más, qué proyección imaginaria prevalece. La opción de fondo, según las evidencias, será entre ética y eficacia material. Y la campaña la protagonizarán mujeres, cuyo liderazgo es un rasgo distintivo de la política actual.

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