miércoles, 24 de mayo de 2017

TEATRO Y MÚSICA MUY RECOMENDADOS



El mar de noche
/ Dirección: Guillermo Cacace / Dramaturgia: Santiago Loza / Intérprete: Luis Machín / Vestuario: Magda Banach / Diseño espacial: Alberto Albelda / Iluminación: David Seldes / Diseño sonoro: Patricia Casares / Sala: Apacheta, Pasco 623 / Funciones: viernes, a las 23 / Duración: 60 minutos 
Un dios que quiere que yo viva te ha ordenado que dejes de amarme. No soporto bien la felicidad. Falta de costumbre. En tus brazos, lo único que yo podría hacer era morir", decía en un poema Marguerite Yourcenar. El amor como lugar de castigo, la maldición de saberse enamorado e imposibilitado pueden también palparse de entrada en esta nueva puesta que lo tiene a Luis Machín como único intérprete, a Guillermo Cacace como director y a Santiago Loza como autor. ¿Qué podía salir mal de ese equipo perfecto? Nada.
Un texto excelso, un director que entra meticulosamente en todos los gestos, en todas las palabras para operar y un actor que tiene disponible todo su cuerpo.
Al mejor estilo Loza, la obra está repleta de detalles. Iremos conociendo de a poco a este sujeto sufriente a partir de sus gestos y del relato de sus más profundos secretos y aunque jamás nos narren su historia, ni su nombre ni de dónde viene podremos ingresar a su más completa intimidad, a su soledad desesperada. A su ser al desnudo.
El dolor de amar lo incapacita, tanto, que prácticamente no mueve su cuerpo. Está paralizado, sin saber qué hacer y aquí el mérito de Machín se vuelve proeza dramática: un hombre sentado en una silla de un hotel, en penumbras, con las piernas inmóviles, en la más completa soledad, le habla a su amor. ¿Lo evoca? ¿Se comunican cibernéticamente? ¿Se imagina tal vez lo que podría ser un último diálogo? Poco importa. Este cuarto, esta noche, este insomnio le dan rienda suelta a su dolor: amar sin ser amado. A lo lejos está el mar, de día mar festivo, alegría brasileña, jocosa, familiar, y de noche su espesura. Ese mar de noche abismal, es el marco perfecto: el coraje de confesarse y saltar al vacío.
Loza siempre se hace cargo de estos personajes, en general femeninos pero todos con algo en común: son olvidados, descuidados, desamorados. Y así lo veremos, seremos testigos de su desintegración. En medio de la escena, y a través de su voz, Machín nos agarra de la mano para iniciar la travesía de esta noche que es pues el momento de la certeza de saberse abandonado para siempre.
La austeridad de la puesta de Cacace es otro rasgo. Es que no se necesita más que un sillón, un hombre y un dolor para hablar de amor. Y mucho menos para pedir atención. Aquí menos es más: el susurro inquieta y se pronuncia más que el propio grito. Una voz tan inhumana resuena en todo el espacio. "Tengo el temor a que lo último que conserves de mí sea el recuerdo de mi voz desesperada", sentencia.
En su discurrir está impreso el abatimiento, y un suspenso se hace carne en ese fluir, es que ese dolor de alguna manera tiene que cesar. No parece poder soportarlo por mucho tiempo y eso se siente y va pesando. Nos va doliendo. Su voz, casi murmullo, pide atención extrema. Aquí no hay medias tintas: la voz va desesperándose, de la fingida tranquilidad inicial se hace urgente y pide ayuda.
Lo único que le queda es su angustia y así lo enuncia. Es lo poco que le queda para afirmarse vivo. "Este dolor tiene mi marca."
J. C. 





Juegos de amor y de guerra
Dirigida por Oscar Barney Finn
Viernes y sábados, a las 22.30; domingos, a las 20.
Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543.


A los nueve años, atraído por la convocatoria de una producción televisiva, decidió participar de un casting con la intención de ser seleccionado para formar parte del elenco de Cantaniño. Esa fue la primera prueba que dio el cantante y actor Sebastián Holz quien, por aquel entonces, fantaseaba con ser artista. Un hecho insólito le quitó la posibilidad de integrarse al programa: su altura apareció como obstáculo. Pero un año después, la discográfica BMG lo llamó para grabar un disco con el grupo La Plaga.
La experiencia tuvo buena repercusión pero, al poco tiempo, el intérprete sintió que debía reforzar su formación y el teatro resultó una apuesta segura. Ricardo Passano fue su primer maestro, quien le hizo descubrir "el placer por la palabra, el texto y el escenario." A partir de ese momento Holz inició una carrera ascendente en la que intercala el canto, el teatro y la comedia musical. Drácula, bajo la dirección de Pepe Cibrián, lo llevó a girar por todo el país. Luego se animó a algunos clásicos, Numancia y El perro del hortelano, bajo la dirección de Daniel Suárez Marzal, o La discreta enamorada, dirigida por Santiago Doria. Además, uno de los trabajos más importantes lo tuvo en Los miserables. "Me voy dando los gustos -afirma-. Voy respondiendo a mis necesidades. Trato de armar mis proyectos para generar los espacios en los que puedo decir lo que necesito, a través de la música o de la palabra."




Actualmente Sebastián Holz forma parte del elenco de Juegos de amor y de guerra, una pieza de Gonzalo Demaría que, bajo la dirección de Oscar Barney Finn, se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación con un elenco que completan Andrea Bonelli, Luciano Castro, Santiago Magariños y Diego Vegezzi. Allí desarrolla una interpretación muy destacada. Compone a un personaje que se llama Celeste Imperio, una travesti europea que en la década del 40 llegó a la Argentina escapando del nazismo. Un ser de una debilidad extrema que es acusado de espía y a quien se obliga a comparecer ante la Justicia. Su alegato es breve pero provoca una gran conmoción en la platea.


"Hace unos años estuve a punto de trabajar con Oscar Barney Finn, pero por problemas de agenda debí bajarme del proyecto -comenta el actor-. El año pasado estuve haciendo un concierto con temas de Astor Piazzolla y Oscar vino a verme. Me habló de este personaje. Me entusiasmé. En un comienzo Celeste Imperio intervenía sólo como cantante, pero le comenté al director que yo necesitaba que estuviera más involucrada en la acción. Se puso a trabajar con Gonzalo Demaría y así el personaje adquirió mayor dimensión. El proceso de creación fue arduo porque Celeste Imperio habla en francés y en alemán y yo no manejo idiomas con lo cual tuve que prepararme con dos entrenadores. Por otro lado, no quería hacer algo burdo, sino elegante, que su estética no fuera sólo visual sino que se reflejara en su manera de hablar, de comportarse."
Y realmente lo logra a la vez que transmite aspectos de ese ser que resultan muy inquietantes. "Más allá de su condición sexual -explica- ella necesita defender su supervivencia. Sabe que en cualquier momento puede ser «boleta» pero debe convencer a la Justicia de que es una artista y tiene que hacerlo mostrando su carisma."
El mundo Piazzolla
Sebastián Holz posee un papá músico al que, extrañamente, no le interesa la música nacional. De niño, en su casa, jamás se escuchó tango. Siendo pequeño, a través de un programa televisivo descubrió "Balada para un loco", de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, y confiesa haber quedado atrapado por ese "cuento cantado".
Muchos años después, cuando interpretaba Los miserables sintió la necesidad de armar un repertorio de canciones que sintiera como propio. Recordó la anécdota infantil y comenzó a buscar el repertorio cantado de Piazzolla y Ferrer. No sólo se deslumbró con temas conocidos como "Balada para mi muerte" o "Los pájaros perdidos" sino que descubrió un material poco divulgado que lo apasionó. Acompañado por Gaby Goldman armó Astor inédito, un trabajo que combina textos de Jorge Luis Borges y temas de Piazzolla.


Holz encarna a Celeste Imperio, acusada de espía.
"En 2008 -cuenta el artista- me acercaron una convocatoria para ser el cantante oficial de la Fundación Astor Piazzolla y hacer María de Buenos Aires en Italia. Audicioné y quedé. Para mí es un honor trabajar con el quinteto de músicos que conduce Julian Vat en una experiencia que tiene una muy buena reggie de Laura Escalada. Es impresionante lo que sucede con el público. En el exterior la gente se emociona aún sin conocer el idioma. Hice otros autores que me interesan pero Piazzolla posee una intensidad encarnada que me representa. La ciudad que pinta en sus temas sigue siendo esta Buenos Aires. Me siento en carne viva cuando canto su producción. Me traspasa y me suceden cosas que no me pasan con otro repertorio. Más allá de la formación creo mucho que uno debe sentirse muy involucrado en lo que hace. De lo contrario, nada tiene sentido."
C. P. 



MÚSICA

El romance entre la voz de Lorena Astudillo y las canciones de Gustavo "Cuchi" Leguizamón comenzó hace casi dos décadas. Astudillo grabó Lorena canta al Cuchi. Así de simple y como pidiendo permiso. Ese permiso que podía pedir una joven porteña para meterse en las melodías de un salteño que era toda una celebridad.
El álbum se publicó en 1999. Dos años después, decía  "Creo que después de muchos años el Cuchi va a ser de todos. Antes de grabar el disco me fui a Salta y anduve por todos lados, por la casa de Castilla, por la panadería de Riera... porque lo necesitaba para cantar esas canciones. Y lo primero que me dijo un remisero fue: «Leguizamón es patrimonio cultural salteño»".
Es cierto que Cuchi y su obra hoy son patrimonios nacionales, no sólo de una provincia. En ese momento, Astudillo también decía: "Su obra me permitió resumir un punto de partida para mi primer disco, primero en un sentido respetuoso y luego amoroso. Yo tengo influencias de la música urbana y hasta me sentí culpable por hacer ese trabajo. Pero sentí que en las estructuras de su obra también estaba eso. Y lo considero un maestro, aunque sólo lo pude ver un día, durante una siesta, en el 99, cuando ya estaba muy enfermo".
El 19 de diciembre de 2016, Lorena entró a los Estudios Ion con muchas de las canciones que había grabado en aquel primer CD dedicado a la obra de Leguizamón. Estaban "El silbador", "Lavanderas de Río Chico", "La arenosa", "Zamba del laurel", entre otras que no había grabado en aquel CD, como "Balderrama", "Juan del Monte", "Coplas del Tata Dios", "El Avenido", "La pomeña" y la "Zamba del pañuelo". Es decir: un cancionero donde estuvieran muy bien representados tanto el Cuchi que escribió letras y músicas como el que musicalizó a grandes creadores y amigos (Manuel Castilla, Tejada Gómez y Perecito).
Astudillo volvió a Ion al día siguiente y al otro, hasta completar, el 22 de ese mes, la grabación de El Cuchi de cámara, una relectura de la obra del salteño con un grupo de guitarra, contrabajo, piano y percusión más un cuarteto de cuerdas, arreglados y dirigido por el chelista Patricio Villarejo.
Lo que se escucha es una Astudillo vocalmente más madura y, al mismo tiempo, tan respetuosa y apasionada como la que grabó aquel primer disco, que traía todas sus dudas y un floreciente talento.
El Cuchi de cámara es lo que esas canciones le dicen a Astudillo a 18 años del primer encuentro, además de una versión que hace dialogar la tan interesante composición del creador salteño con un grupo de arcos, más habitué de los repertorios de la música clásica.
Además de lucir la belleza de las melodías y las armonías del compositor con la interpretación de la cantante y los músicos, El Cuchi de cámara no tiene la pretensión de contextualizar la obra en un marco que nunca tuvo. Difícilmente se puedan recorrer los circuitos de la clásica con este proyecto. Pero la ventaja de contar con salas de buena acústica permite desarrollar este paseo tan agradable como folklórico. Si bien hay un detallado trabajo, especialmente al servicio de la cuerda, el folklore del Cuchi no se desdibuja. Excepto por variantes no tan logradas, como la de la "Chacarera del expediente", se manifiesta con todas sus cualidades, tanto en diálogos (el de chelo y la voz en las "Coplas para Tata Dios") como en el trabajo grupal. El Cuchi de cámara es otro gran acierto de Lorena Astudillo.
M. A. 

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