viernes, 26 de mayo de 2017

JACK MA Y ALIBABA



El hombrecito, delgado como una aguja, se desplaza por el escenario del Centro Cultural de la Ciencia, de Godoy Cruz y Paraguay, desgranando perlas de sabiduría empresaria como si fuera un monje shaolin de los negocios. Para ser miembro del selecto club de billonarios del mundo, su tono es inesperadamente cálido. "En lugar de aprender del éxito de los demás, aprendan de sus errores: la mayoría fracasa por las mismas razones; en cambio, el éxito tiene motivos muy diferentes." "No necesitan a los mejores, si no a la gente correcta." "¿Qué es el fracaso? No hay mayor fracaso que darse por vencido." "Nadie es experto en el futuro, sólo hay expertos en el pasado." "Es muy difícil convencer a gente exitosa, casi imposible."
Jack Ma (o Ma Yun, su nombre chino) es el último ícono del gigante oriental. Se diría que en este personaje que ya es leyenda confluyen tradiciones milenarias y una formidable sintonía con las transformaciones que nos impone el nuevo mundo digital. Surgió casi de la nada. Hijo de actores, aprendió inglés ofreciendo tours gratis a turistas de su ciudad natal, Hangzhou, sólo para practicar. Fue rechazado 10 veces por la Universidad de Harvard. También fracasó repetidamente en su búsqueda de empleo. Después de lograr graduarse de maestro, viajó a los Estados Unidos y advirtió la importancia que adquiriría Internet (cuando apenas el 1% de la humanidad estaba conectada a la Web).
Unos años más tarde, en su departamento y con 17 amigos, Ma creó Alibaba, la plataforma de comercio online que hoy emplea a 24.000 personas y, si fuera un país, equivaldría a la 21» economía del mundo. Apasionado por el tai chi, suele aplicar la filosofía de las artes marciales a sus decisiones en el olimpo de los negocios: "Si uno persigue un gran sueño, tiene que tener paciencia", asegura.
Ma es la personificación de lo que Alberto Pontoni, Daniel Pérez Enrri y Feiyin Chen llaman "una epopeya". Fue durante una visita a la Feria del Libro donde tropecé con La era de China, el libro que acaba de editar una pequeña editorial familiar, Lenguaje Claro, y en el que estos tres economistas intentan contestar cómo ese país pudo recorrer en los últimos 35 años un camino absolutamente extraordinario. Allí, ellos cuentan que el dragón oriental duplicó en ese lapso su producto bruto interno cada siete u ocho años, sacó de la pobreza a 600 millones de personas y se convirtió en el primer exportador mundial y la principal economía del planeta. Tras tres décadas de liderazgo de Mao, una polémica revolución cultural (que, entre otras cosas, mantuvo cerradas las universidades e institutos durante más de cuatro años) y una hambruna que, se calcula, exterminó en tres años a 20 millones de personas, el progreso fue espectacular: el PBI se multiplicó 28 veces, y la industria, 150. Actualmente, China es el primer productor mundial de electrodomésticos (35%), juguetes (70%), calzado (60%), televisores (25%) y textiles, y representa el 17% del producto bruto mundial, mientras que en 1978 no llegaba al 5%. Ni hablar de su potencia científica. Según un informe de Nature del año último, hoy China tiene más investigadores que los Estados Unidos, gasta más en investigación y desarrollo que la Unión Europea y está camino de superar a todos los demás países en su producción anual de papers científicos. En estos momentos, un plan quinquenal se propone formar 20 millones de doctores y alcanzar una inversión en ciencia y tecnología del 2,5% de su PBI para 2020.
Jack Ma terminó su presentación en el CCC con un audaz truco de naipes. "Me gusta la magia -dijo-, pero siempre hay un secreto detrás: la magia no existe, es trabajo duro." Tal vez la fórmula que aplicó el misterioso gigante asiático no sea aplicable (¿ni deseable?) en esta parte del mundo, pero es innegable que en cualquier latitud es válido aquello de que la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.
N. B. 

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