viernes, 17 de febrero de 2017

FUTUROLOGÍA


Cómo impactarán la tecnología y los nuevos modos de consumo en el cine, la TV, la música y el teatro
¿Cómo serán los nuevos éxitos de cine? ¿Qué pasará con el formato físico en la música y el valor del "vivo"? ¿Seguirán existiendo los críticos? Estas y otras preguntas surgen del impacto de ciertos fenómenos sobre la cultura pop durante la última década. La tecnología, la profesionalización del amateur y la crisis de ciertas industrias, el choque entre paradigmas de creación, la adaptación del marco legal en la constante discusión sobre copyright y los nuevos modelos de "obra" (mashups, remixes y reapropiaciones) son algunas de las variables que nos invitan a pensar en qué pasará en el futuro con el entretenimiento. Aquí algunas de las predicciones.


Cine: el rescate virtual
El blockbuster viene en caída libre, tanto artísticamente como en materia de recaudación. Tanto que algunos señalaron a 2016 como el peor de la última década y media. Lo cierto es que más allá de que la pobreza de la oferta lleve cada vez menos gente, la experiencia misma de ir al cine está cambiando. Sobre qué pasará con este ritual en el futuro, existen dos posturas: los apasionados que insisten en que la gente seguirá buscando la experiencia de disfrutar un film en compañía de otros, y los que vaticinan que la evolución del entretenimiento en el hogar volverá obsoleta esta opción.
En esta línea, y para cineastas como George Lucas, los crecientes costos por hacer los teatros competitivos y atractivos determinará que "haya menos cines en los que ver un film será más caro, similar a lo que cuesta ver una obra en Broadway o un partido de fútbol hoy". El cine se convertiría en un pequeño lujo, como ir al ballet o a la ópera.
Mientras los pocos cines que sobrevivan lo harán con tecnología especial (IMAX, resolución 4K u otros chiches), el estado del arte estará enfocado en experiencias más interactivas para el espectador. Esto se hará evidente con la irrupción de tecnologías de realidad virtual, como el Oculus, cuyo estudio ya ha producido cortos (Lost, Henry) y se prepara para lanzar su primer largometraje, Dear Angelica. El cambio no sólo pasará por hacer más inmersivo el ambiente, sino por la capacidad participativa del público, que no será pasivo sino que podrá incidir en las historias, como en los videojuegos. Primero vino el sonido, luego el color y después el 3D. El futuro llegaría en formato de realidad virtual accesible para todos.
Música: discos y canciones

Si les prestamos atención a los especialistas del rubro como el periodista David Sax, en los próximos años podríamos ver la consolidación de dos tendencias opuestas que sin embargo conviven. En su libro The Revenge of Analog: real things and why they matter, Sax plantea que las experiencias analógicas como comprar vinilos llegaron -o volvieron- para quedarse (las ventas ya son récord en EE.UU. y Europa). Por otro lado, la noción del álbum como concepto parece diluirse cada vez más. Y lo que las narrativas transmedia son para el cine y la TV, el álbum visual pareciera serlo para la música. Ya está sucediendo con artistas como Kanye West, Beyoncé, Frank Ocean y precursores como Björk, Beck, Girl Talk o Daft Punk. La idea es poder ver la música, integrarla con otros sentidos y que el disco ya no cumpla sólo la función de mostrar al artista, sino también de reflejar a la persona detrás y sus variados intereses.
A su vez, de la mano del crecimiento de Apple Music, Spotify y otras plataformas online en las que los tracklists son curados por algoritmos, el concepto de álbum y de playlist, importa menos. Ya no pensaremos en términos de trabajos integrales, sino en canciones sueltas, seleccionadas de acuerdo a género, estado de ánimo o actividad que realizamos. Los álbumes no desaparecerán pero quedarán relegados a los oyentes más exigentes y los coleccionistas.



Teatro: arte y ciencia
Si los robots ya pueden bailar o hacer música, ¿qué nos espera en materia escénica? Ciencia y arte se fusionan cada vez más produciendo híbridos entre hombre y máquina. Los shows evolucionan hacia formatos más experimentales y el público del siglo XXI busca emociones más intensas, participativas y 360, como los sleep oriented shows (obras de teatro donde el objetivo es que el espectador se duerma en simultáneo con la representación), el standup científico, los shows interactivos en museos o el teatro ciego. Asimismo, la tecnología aporta recursos a las disciplinas tradicionales, revolucionando los formatos, como los conciertos con sonido digital 3D o la holofonía -un gran fenómeno local-, o el teatro/ballet remoto.



En cuanto a las técnicas compositivas ya no se trata de financiamiento sino de creación conjunta. No es descabellado pensar que en unos años la modalidad de escribir obras de teatro o coreografiar danza, online y en colaboración con la audiencia, sea una práctica común. Ya existen incipientes experimentos como el #instaballet del Eugene Ballet Company, una iniciativa para armar obras en conjunto con el público en la que se diseñaban puestas de 4 a 6 minutos de duración que luego se presentaron en vivo y en la Web.
TV: larga vida al streaming
Según Reed Hastings, director ejecutivo de Netflix, en pocos años no existirán los canales de TV y la llamada TV lineal (en la que los programas tienen franjas horarias predeterminadas) desaparecerá. ¿Pero qué viene después? Ya sabemos el impacto que Internet y el streaming tuvieron en nuestra forma de mirar y producir contenidos, del binge-watching a la serialización de los contenidos. Lo que podemos esperar es una mayor personalización de la programación gracias a los tan mentados algoritmos -¿y una mayor invasión de la privacidad?- y otros desarrollos como televisores más inteligentes o mayor portabilidad tecnológica. En suma, todo lo que apunte a una experiencia de consumo más flexible para el usuario.


Otros creen que no se trata de una lucha entre televisión emitida vs. online, si no la compaginación de ambas a través de nuevos servicios y tecnologías. Ya es posible ver un avance de la televisión pública hacia el modelo del on demand con ejemplos como la BBC a la cabeza (o aquí la plataforma gratuita Odeón y ciertos canales web como el UN3).
Las predicciones también indican que la actual superpoblación de contenidos no puede durar para siempre y que la burbuja podría pincharse en cualquier momento. Con el boom de producción, los crecientes costos de filmación y promoción y una gran puja por los recursos, la situación se ha vuelto insostenible. Es cuestión de tiempo para que colapse. Restará ver el impacto en el modelo de negocios y en la programación.
Críticos: curadores 2.0


Gracias a la democratización de las herramientas tecnológicasy una crisis de los medios tradicionales, el crítico amateur y la cultura de la curación continuará en alza. En el océano de opciones que presenta la web en materia de contenidos los curadores serán las nuevas estrellas. Como explica el músico David Byrne, en un mundo cada vez más automatizado la curación artesanal recobra sentido y valor.
La gran pregunta es si empiezan a desaparecer los críticos de arte y las disciplinas artísticas tal cual las conocemos entran en crisis o mutan, ¿qué sucederá con el concepto mismo de celebrities? La crítica cultural Issy Sampson arriesga que un futuro con artistas virtuales a la Gorillaz podría no estar muy lejos. La práctica de estrellas animadas proyectadas en forma de holograma ya se practica en Japón, donde la estrella pop Hatsune Miku no es más que un haz de luz. Resta ver cuáles serán las implicancias para una cultura del entretenimiento donde desde la industria del tabloide a otras ramas del negocio como la publicidad dependen en gran medida de la imagen "real", de carne y hueso, de los artistas. Vos, ¿pagarías una entrada para ver un robot o un holograma en escena?
L. M

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