jueves, 19 de enero de 2017

HISTORIAS DE VIDA....HAY QUE INVOLUCRARSE MÁS

ALGUNOS RECORDARÁN QUE ANTES DE NAVIDAD HICE UNA GRAN CONVOCATORIA A TODOS MIS AMIGOS Y COMPAÑEROS. ERA PARA EL HOGAR DE CHICOS JUDICIALIZADOS "MI CASITA". LA RESPUESTA FUE ENORME. LOS NIÑOS DE 8 MESES A 16 AÑOS TUVIERON SU ÁRBOL Y PESEBRE, SUS REGALOS Y RICA COMIDA QUE LES HIZO UN AMIGO COCINERO. ESA SOLIDARIDAD ALCANZÓ PARA LOS REGALOS DE NOCHEBUENA, PARA REYES Y GUARDAMOS UN REMANENTE PARA CADA CUMPLEAÑOS. NO ME CANSO DE AGRADECERLES Y DECIRLES QUE ÉSTO ES PARA SIEMPRE. ROPA, JUGUETES, ARTÍCULOS PARA LA ESCOLARIDAD....TODO TODO SIRVE. ME LLAMAN AL 4 9267 Y NOS PONEMOS DE ACUERDO.....SMV...SILVIA

Familias todo terreno: la alegría y el esfuerzo dan vida a las casas con chicos en tránsito
Abren sus puertas a niños de hasta cuatro años que tienen vulnerado algún derecho, durante un tiempo determinado; en el hogar, los roles de cada miembro de la familia cambian; cómo aprenden juntos a enfrentar el dolor de cada partida
Rafael y Alicia Chamorro Frick, junto a sus hijos Felipe (11) y Abel (14) y la beba que hoy es parte de la familia, en su casa de Bella Vista.
El amor no se divide, se multiplica. Esto es lo que viven día tras día los padres de las familias que albergan en sus hogares a chicos en tránsito. Porque al amor que sienten por sus hijos biológicos se va sumando el que tienen por todos esos bebes que, por diferentes motivos, llegan a sus casas.
"La verdad es que esto es algo hermoso, pero que también duele un montón. Es lo mejor que te puede pasar, te cambia la vida en lo personal pero duele. Y siempre empezás pensando que querés ayudar a un bebe y después te das cuenta de que lo único que hicieron fue ayudarte a vos", dice Nora Villagra, directora de Familias de Nazaret, organización que arrancó en 2000 a especializarse en esta temática, de la mano del obispado de San Isidro.
Los jueces son los que deciden qué chicos son los que necesitan los cuidados de estas familias y durante cuánto tiempo. En general vienen de situaciones de abuso o maltrato, son abandonados en los hospitales o aparecen en la vía pública. En paralelo, se trabaja para encontrar una solución a esta situación de emergencia que puede ser la restitución con la familia de origen o la adopción.
"Son chicos que están con medidas de abrigo porque se detectó que alguno de sus derechos estaba siendo vulnerados. En general siempre las primeras miradas las hacen los servicios sociales, las escuelas o los hospitales, como cuando un chico ingresa golpeado o si hay alguna denuncia. Y ahí entran en el circuito. Cuando se determina que está bien tomada la medida de abrigo, piden una vacante y recién ahí nosotros entramos en acción", agrega Villagra, que ya tuvo ocho chicos en su casa.
Lejos de la adopción
Los requisitos para poder ser una familia de tránsito van variando en función de la entidad que coordine la ayuda pero lo más importante es que el matrimonio o la persona no estén anotados para adoptar y que ya tengan hijos propios. Porque lo que se quiere evitar a toda costa es que la motivación sea aspirar a quedarse con estos chicos. "Lo mejor para nosotros es que ellos estén con sus familias biológicas o adoptivas", acota Villagra.
Familias de Nazareth recibe a chicos de hasta ocho meses, pero Familias Abiertas, otra organización que hace la misma labor solidaria, se estira hasta los cuatro años. "Con mi marido siempre dijimos de abrir un hogar y cuando tuvimos a nuestro primer hijo pensamos que era mejor abrir las puertas de nuestra casa a otros chicos. Y así es como hoy ya pasaron más de 200 niños por todas nuestras familias. La idea es que no estén más seis meses, pero algunos estuvieron hasta seis años", explica Luz Vergara, presidenta de esta entidad que trabaja con la Dirección General de Niñez y Adolescencia de ciudad de Buenos Aires.
Las familias no reciben ningún tipo de dinero a cambio porque se trata de una tarea voluntaria, pero sí están cubiertos todos los gastos de los bebes, como los pañales, la leche, la ropa o la cuna. "Sólo hace falta darle amor, tiempo, una mirada personal y un hogar al niño", dice Vergara.
Además del esfuerzo y dedicación que requiere esta tarea, el mayor miedo surge con la ida de los bebes. Después de meses -o incluso años - de ser parte de la familia, se van sin previo aviso. "Lo que más cuesta es el tema del egreso, más cuando los tiempos se prolongan tanto. Es lo que más tenés que trabajar con las familias. Porque debe haber un apego bien trabajado para que uno pueda soltar", agrega Vergara.
Todos los involucrados señalan que ser familias de tránsito requiere de un gran compromiso que es compartido por sus familias extensas, sus amigos y todos los voluntarios y el equipo de trabajo de las organizaciones a las que están vinculados. Éstos están compuestos por médicos, psicólogos, asistentes sociales y abogados, entre otros, que aportan sus conocimientos para la causa.
Familias de Nazaret es parte del Programa Familias Solidarias de la provincia de Buenos Aires y cuenta en este momento con 18 familias inscriptas y activas. "Nuestra misión es solamente cuidarlos el tiempo que están con nosotros. Y todo el tiempo estamos en contacto con las familias, y les decimos que cualquier inconveniente que tengan, nos llaman", agrega Villagra.
La mala noticia es que a pesar del amor y esfuerzo de todos los involucrados, las familias no alcanzan. "Y es justo lo que más buscamos porque un bebe lo que más necesita es amor. La leche y los pañales los conseguimos. Lo que hace falta son brazos que sean conscientes de lo que es este servicio", concluye Villagra.
Para saber más

Familias de Nazareth

(011) 154-071-6864; familiasdenazareth@hotmail.com

Familias Abiertas

www.familiasabiertas.org.ar

Familia Miguez: "Esta experiencia me mostró un mundo diferente"

"A mí me parecía un disparate. Cuando mi mujer nos planteó ser familia de tránsito en una cena familiar, enseguida dije que no porque me parecía muy doloroso. Y ella me contestó: «Si para vos es más importante el dolor que puedas sentir que todo el amor que le podés dar a ese bebe, no lo hagamos»", dice Charlie Miguez, recordando los inicios de este camino que hoy recorren junto a su mujer, Andrea, y sus cinco hijos: María Eugenia (22), Carlos (20), María Lucila (19), Agustín (17) y Lucas (14).
Después de que, en 2010, Andrea tuviera "una certeza a través de la oración" de que tenían que recibir a bebes en su casa, el resto de los miembros aceptó este desafío. "Yo había pensado que si nos encariñábamos mucho con el bebe, lo podíamos adoptar, y lo primero que nos dijeron desde Familias de Nazareth fue que eso no podía pasar jamás", agrega Charlie.
Con los seis bebes que pasaron por su casa sienten que vivieron cosas increíbles que se guardan en el alma. "Cuando recibís al bebe es como si lo hubieras tenido toda la vida porque lo empezás a amar desde el momento cero en que lo abrazás", dice Andrea, para quien ésta es una misión familiar. "Siempre charlamos si seguir o no. Con que uno diga que no porque le está doliendo o está cansado, damos marcha atrás. Porque esto lo hacemos todos juntos."
Para sus hijos, con sus diferentes edades, esta también fue y es una aventura increíble. Para María Eugenia, por ejemplo, la llegada de cada bebe fue un cambio enorme. "Tuvimos que empezar de nuevo con los cochecitos y juguetes. Como todo bebe, cada uno le trae vida a la casa", dice.
Lucas, el más chico, rescata: "De chiquito me ponía celoso de que le dieran más importancia a otra persona antes que a mí y ahora entendí que ellos necesitan más amor que yo", cuenta.
Todos están sentados en el sillón de su casa en un barrio cerrado de Pilar, mientras la beba de tres meses que tienen en tránsito duerme tranquila en el cochecito. Por momentos Agustín se acerca a calmarla y hacerle mimos. "Me mostró un mundo diferente y me cambió la imagen que tenía sobre mi propia familia. Con los bebes entendí que no siempre tu familia está ahí para apoyarte".
Una de las reglas que se impusieron puertas adentro fue no saber nada sobre el origen o la situación familiar de los bebes. Ellos los cuidan durante el tiempo que les toca y no piensan más allá. Sobre este punto, María Lucila agrega: "Me cambió la escala de valores porque prejuzgo mucho. Y cuando estoy por empezar a pensar mal sobre las madres de estos bebes reflexiono sobre que quizá, la mayoría de estas personas pasó por situaciones que a mí me dan miedo".
Para Carlos, la presencia de los bebes es tan fuerte cuando están que cuando se van, la ausencia es evidente. "No hay ruidos, no te llevás puesto juguetes. A mí me enseñó a amar, a dejar de poner la mirada en mí todo el tiempo y salir un poco más al exterior, ver la realidad de los demás", dice.
Para esta familia, los bebes que se van de su hogar llevan grabados en su corazón todo lo que vivieron y salen fortalecidos. Por eso cada vez que los entregan, sienten la alegría de la misión cumplida.
Familia Chamorro Frick: "Todos tenemos la capacidad de dar mucho más"

"Sabe hacer un montón de cosas. Es reinteligente", dice Felipe Chamorro Frick, de 11 años, mientras toma la manito de la bebe de seis meses que hoy es parte de la familia. Su tono de orgullo de hermano mayor es la prueba más fiel del vínculo que ya generaron y que siempre entabló con cada uno de los cinco chicos en tránsito que pasaron por su casa, en Bellavista.
Todo arrancó cuando Alicia, la madre de la familia, fue a una charla que la organización Familias Abiertas fue a dar al colegio de sus hijos Felipe y Abel (14). Ahí se enteraron de qué se trataba esto de ser familia en tránsito. "Llamé a la organización para ver de qué manera podía colaborar sin involucrarme así de lleno. Un año después nos animamos como familia a poner el cuerpo", cuenta desde el comedor de su casa.
Ya pasaron siete años de ese primer paso a abrir su corazón y las puertas de su casa. Y fueron cinco los bebes que lloraron y se rieron a carcajadas entre sus brazos. "El principal miedo siempre es la partida, es lo que más nos duele. Nos desarmamos cada vez que los bebitos se van. Pero nos recomponemos entre los cuatro. Siempre decimos que nos vamos a tomar un tiempo, pero nuestros hijos son los que más tiran y piden otro bebe. Y siempre volvemos", agrega Alicia.
¿Cómo cambió la rutina familiar con la llegada de los bebes? Por completo. "De tener una vida medianamente tranquila en cuanto a horarios y rutinas pautadas, se modificó todo. No sólo los horarios, sino el sueño, el descanso, el respeto hacia el bebe para que él también esté incluido dentro de todas las actividades y respetar su carácter", detalla Alicia.
Y es que justamente estos bebes empiezan a formar parte del día a día de la familia: eventos, vacaciones, idas al club los fines de semana, visitas a los médicos.
"Siempre está primero el bebe y sus necesidades, y después todo lo demás lo vamos haciendo más tranquilos, en segundo plano. Uno a veces se protege mucho de no ser lastimado y yo aprendí a ser mucho más suelto con el amor", dice Rafael, el padre de la familia.
Hace cinco meses llegó la última beba a la casa y todos están enamorados de ella. Para Abel, directamente es una hermana más. "Aprendí que uno puede cambiarle la vida a un chico ayudándolo de chiquito, cuidándolo como a un hermano", comenta con una madurez que sorprende.
Felipe, a su lado, agrega lo suyo: "A mí me pareció muy bueno tener otros hermanitos porque los podés cuidar, aprender, jugar con ellos, los hacés felices, los ayudás y ellos te ayudan también a vos", aporta con una sonrisa.
El matrimonio resalta que reciben mucha ayuda de la organización, del resto de la familia y de sus amigos para poder llevar adelante esta tarea, que además de hacerlos crecer como persona, lo hace como familia. "Está bueno para nuestros hijos que en este tiempo en el que todo es tan rápido podamos detenernos a cuidar a un bebito", explica Alicia.
Para ellos la consigna es que el amor está para dar. "Todos tenemos la capacidad de dar y siempre podemos hacerlo un poco más de lo que nos parece", dice Alicia.
Rafael invita a otras familias a que se sumen en esta cruzada: "Les diría que se animen. Que se puede. Que las fuerzas están y que sólo hay que encontrarlas."

M. U.

"Aprendí a amar sin esperar nada a cambio"
Un día fui a buscar a mi hija Azul a la casa de una compañerita del colegio y me encontré a la mamá con un bebe en brazos que no era suyo. Y ahí me contó que en la parroquia del Espíritu Santo funcionaba el Grupo Nazareth que trabaja con familias que reciben a chicos en tránsito.
Enseguida fui a averiguar y me explicaron que eran una organización social que asiste a chicos judicializados. Lo hablé con mi familia -mi marido, Sebastián, y mis hijos, Franco (19), Azul (14) y Lucas (12)-. Les gustó la idea, nos hicieron una entrevista y quedamos.
Era 2010, yo no estaba trabajando, sólo estudiando Licenciatura en Turismo y tenía toda la tarde libre así que quería arrancar lo antes posible. Tres meses después me llamaron para decirme que había un bebe de cuatro meses con sarna porque había estado abandonado en un contenedor. Dijimos que sí. Yo lo estaba esperando con mucho amor. En cuanto me vio, me tiró los brazos y me puse a llorar.
Fue todo muy natural. Como si nunca hubiera dejado de haber un bebe en la casa. Mi hija me ayudaba con todo y el gordo estaba todo el día a upa.
Estuvo ocho meses con nosotros y después lo adoptaron unos papás que hacía 10 años estaban esperando. Cumplió cinco años en septiembre y fuimos con mi familia al festejo.
Lo más lindo de esta apuesta es que uno descubre la capacidad de querer a un hijo ajeno como propio. No hace ninguna diferencia. Es el mismo amor. Llorás cuando está enfermo, te preocupás si le pasa algo.
Después tuvimos a una beba de 45 días con sífilis durante 11 meses y a un bebe de 18 días que se quedó un año y medio. Pasó las Fiestas y las vacaciones con nosotros. Ahí dejé la facultad para poder estar con él todo el tiempo. Para mí era un hijo más. Lo único que no hice fue parirlo y darle la teta.
Algo increíble de ver es el amor que mis hijos sienten por ellos, cómo crecen juntos. Cuando se van la que más sufro soy yo, como si me faltara una parte de mi cuerpo. Pero el resto de mi familia lo toma como un acto de amor.
Aprendí a amar sin esperar nada a cambio. Es una muy linda experiencia, agotadora por momentos, pero con una recompensa inmensa. Porque entendés que el amor se multiplica, no se divide.

C. P.

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