martes, 20 de diciembre de 2016

ROGUE ONE

ESTÁ MUY BUENA
Rogue One: de vuelta a las fuentes del mito llamado Star Wars
El nuevo film ambientado en el universo de la famosa saga triunfa en su misión de recuperar el tono y la estética del Episodio IV
Felicity Jones y Diego Luna se suman a la alianza rebelde: la película usó secuencias y diseños descartados del film de Lucas para inspirarse.
Rogue One: una historia de Star Wars es tanto un ejercicio de arqueología emocional como de arqueología cinematográfica. Para funcionar dramáticamente debe iluminar el pasado del universo creado por George Lucas y servir como puente hacia el futuro, para la construcción de otros rincones de esa galaxia muy, muy lejana en manos de otros artistas. O, en términos más gráficos, la historia que cuenta la película de Gareth Edwards, que se estrenó ayer en todo el mundo (esto es: cómo fueron a parar los planos de la Estrella de la Muerte a manos de la princesa Leia), tiene que pasar de ser literalmente un renglón en los títulos del inicio del film de 1977 a convertirse en el capítulo más oscuro de toda la saga (un Episodio 3.9). Todo estriba en que Rogue One pueda crear nuevos personajes, mundos e historias y, a la vez, ensamblarse sin fisuras en su estética, narración y mitología con un clásico que el año que viene cumplirá 40 años (2017 concluirá con el estreno del Episodio VIII).
El hecho de que ese salto al vacío termine alcanzando el objetivo deseado tiene mucho que ver con la elección de Gareth Edwards como director. El británico, que comenzó como supervisor de efectos especiales, afirma haberse dedicado al cine gracias a Star Wars . "Como seres humanos, lo único que no podemos reproducir son nuestras experiencias -dice, en un encuentro con la prensa internacional en Ciudad de México-. Por eso contamos historias. Y por eso son parecidas en todo el mundo: porque nos dicen lo que necesitamos escuchar para vivir nuestras vidas. Star Wars es la versión moderna de esa historia, que llegó cuando habíamos dejado de escucharla: ya no nos sentábamos alrededor del fuego ni en los bancos de una iglesia. George Lucas sólo le puso naves espaciales y nos dijo: «Aquí está de nuevo»."
Su película es básicamente una película de guerra, mayormente desprovista de jedis, siths y criaturas extraterrestres (ver aparte), en donde la diferencia de fuerzas entre el escuadrón que lidera la Jyn Erso de Felicity Jones y las tropas imperiales es tan grande que Edwards decidió usar imágenes de la Guerra de Vietnam para ilustrar su visión ante los productores y el equipo técnico. "La película se llama Star Wars, después de todo. El título nos dio la coartada", explica. El cineasta se ríe como un chico que confiesa una travesura por la que nadie lo retará al contar que encontró en los archivos de Lucasfilm unas escenas de combate de los X-Wing que no se usaron en La Guerra de las Galaxias y logró ubicarlas en Rogue One ("con un poco de magia de Industrial Light & ídem", dice).
Soñar, soñar
Cuando el director trata de reconstruir ante el pedido de esta cronista el seguramente arduo, presionado y complejo proceso por el que llegó a dirigir Rogue One: una historia de Star Wars, el resultado es, básicamente, un cuento de hadas. "Me encantaría poder decirte cómo pasó todo esto. Creo que si tengo que reconstruir el proceso, es así: primero tenés que ver La Guerra de las Galaxias un millón de veces, jugar con los juguetes de Star Wars toda tu infancia y soñar todas las noches la manera de convertirte en Luke Skywalker y unirte a la resistencia. Hasta que descubrís que todo es una mentira, que es algo llamado «cine». Así que tu segunda opción entre las mejores es convertirte en un mentiroso profesional, en un «cineasta». Pero, por toda mi enorme imaginación, jamás creí por un minuto que habría más películas de Star Wars y que yo dirigiría una de ellas." Su sonrisa es enorme.
Después puede intentar ser concreto y hablar de su experiencia con Monsters (un pequeño film ambientado en la frontera México-EE.UU. tras la aparición de vida extraterrestre) -que escribió y dirigió seguramente por lo que fue el presupuesto de zapatería de Rogue One-; Edwards trata de responder a la pregunta con los hechos. Así: "En 2012, me enteré con todo el mundo de que Disney había comprado Lucasfilm. Seis meses después recibí un mail que decía que me querían conocer, sin apuro. Sabía que J.J. Abrams dirigiría Episodio VII, así que pensé: «¿Será una serie de TV?». En ese momento estaba dirigiendo una superproducción [Godzilla, de 2014] y estaba quemado. Pero resultó esta maravillosa oportunidad de crear una película atada a la trilogía original y no pude decir más que sí. ¿Viste cuando estás manejando el auto mientras pensás en otra cosa y de pronto llegás a donde ibas sin recordar cómo? Bueno, fue así: llegué a San Francisco y lo siguiente que recuerdo es ver por la calle el póster de Rogue One. De algún modo, mi intento de seguir siendo aquel chico que soñaba con naves espaciales pagó con creces". En ese momento, la sonrisa de Edwards sólo puede ser definida como beatífica.
Vivir tantos años para un proyecto como Rogue One ("tengo agendado un colapso nervioso para enero", dice muy serio Edwards) sólo es posible con un fanatismo a toda prueba, así como la convicción de que sólo en nuestras manos podrá llegar al mejor de los destinos. Pero el británico no estaba solo en su cruzada. Diego Luna , otro fanático, relata cómo llegó a convertirse en el primer protagonista latino de Star Wars al interpretar al capitán Andor -"un hombre que lleva su propia prisión a cuestas", como lo describe otro personaje en el film- abonando el relato de Edwards, aunque en el caso de Luna su vida con Star Wars adquiere una variante cercana a la comedia romántica.
"Mi agente me avisó que Gareth Edwards quería charlar conmigo. De esas citas yo he tenido miles: son cíclicas -relata el intérprete mexicano-. Los directores te ven en una película y te quieren conocer. A veces eso deriva en la posibilidad de trabajar juntos; otras veces no. Cuando llegué, Gareth me estaba esperando en una mesa escondida en una esquina del restaurante. Hablaba muy bajo y cerraba la computadora cuando el mozo se acercaba. Hablamos tres horas y media. Me mostró personajes, planetas, naves, tenía todo ahí. ¡Me contó toda la película! «Ay, cabrón, ¿qué hago yo con esta información ahora?», pensé. Hasta que me di cuenta de que quería que actuara en su película. Me dijo: «Yo te quiero en Rogue One, pero aquí sólo soy el director y tiene que opinar mucha gente. ¿Estás dispuesto a hacer ese viaje?». A mí eso de pasar los filtros me sonaba como una muerte anunciada, porque si no he hecho este tipo de películas es por algo: nadie me había venido a proponer una. Pasaron cinco o seis meses de audiciones y reuniones hasta que un día Gareth me llamó por teléfono y me dijo: «Bienvenido a Star Wars» Casi lloro."
Tanto Luna como Jones acuerdan en que algo en la aproximación realista del director a la (re)construcción del universo de Lucas les permitió vencer el temor a "ser el tipo que rompió Star Wars", como grafica Edwards. "El mundo es muy real, las emociones son reales: sólo teníamos que reaccionar", afirma la actriz. "En el caso de las criaturas, había un señor en un traje, un segundo señor al lado suyo haciendo su voz y un tercero operando la máscara con sus expresiones. Las naves de combate se movían con los controles que operábamos -explica el mexicano-. Además, yo ya tenía muchísima práctica: piloteé esas naves toda mi infancia. Sólo tenía que recordar cómo hacerlo."
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