miércoles, 28 de septiembre de 2016

LECTURA RECOMENDADA



En Razones públicas (Katz),Andrés Rosler ensaya un análisis del republicanismo que aplica al PJ, a Cambiemos y al kirchnerismo
"Si usted está en contra de la dominación, no tolera la corrupción, desconfía de la unanimidad y de la apatía cívicas, piensa que la ley está por encima incluso de los líderes más encumbrados, se preocupa por su patria mas no soporta el chauvinismo, y cree que el cesarismo es el enemigo natural de la república, entonces usted es republicano, aunque usted no lo sepa", escribe Andrés Rosler, a modo de diagnóstico clínico, en las primeras líneas de Razones públicas. Seis conceptos básicos sobre la república (Katz Editores).


El libro, de reciente aparición, traza un retrato histórico y conceptual del republicanismo y propone los ingredientes indispensables para una receta republicana: la libertad como no dominación, la virtud como soporte de la participación cívica, el debate como elemento constitutivo de la política, la ley como la otra cara de la libertad y la patria como el espacio particularista e institucional de la república.
Razones públicas realiza una defensa muy crítica y nada autocomplaciente del republicanismo. "A pesar de los defectos sigue siendo una teoría política atractiva y de la cual es difícil distanciarse. Por eso tiene tan buenas relaciones públicas o tanto éxito. El que defiende una teoría política tiene que ser muy consciente de sus problemas, de sus defectos", dice.
Esa definición le permite al autor -abogado, politólogo, doctor en Derecho por la Universidad de Oxford e investigador del Conicet- pasar por el tamiz republicano al kirchnerismo, a Cambiemos y al peronismo, siempre elusivo para las clasificaciones.
Así, en diálogo con la nacion, Rosler reconoce que el kirchnerismo, al que describe como populista y cesarista -contracara del republicanismo- fue un aliciente político y psicológico para la escritura del libro, que nació de una propuesta del editor, Alejandro Katz. "Pero es un libro que habla de republicanismo no importa quién gobierne y debe ser usado como estándar para ver qué tan republicano es un gobierno. Así que ésta es una gran oportunidad para ver si el sayo ahora le cabe al macrismo", agrega.
Para Rosler, si se le hubiera hecho un análisis al régimen político del kirchnerismo, "no le hubiera dado un alto coeficiente republicano", dado que "al populismo la virtud no le preocupa". Lo explica: "El populismo cree que la libertad como no dominación no es un problema clave. Y que la discusión por la virtud es un lujo que se dan quienes tienen ingresos asegurados. Y es obvio que cuanto más se sabe de lo que pasó sobre el desvío de fondos públicos y la corrupción en esos gobiernos más evidente es que no se trata de una discusión meramente académica sino que eso afecta el bienestar de las personas. Cada centavo que no terminó yendo a su destino público se puede medir en cómo afectó el bienestar de la gente".
Aunque el kirchnerismo solía jactarse de haber promovido el debate y la multiplicación de voces, una característica del republicanismo, Rosler señala que ese hincapié en la importancia del conflicto era en principio extraña. "Era una preocupación rara, porque apenas alguien entraba en conflicto con algún kirchnerista, rápidamente se convertía en un representante del ?antipueblo' o una figura demoníaca; con lo cual el debate no le preocupaba. En todo caso a los kirchneristas les preocupa el debate de quienes piensan lo mismo que ellos y eso no es un debate. Además, la sanción de las leyes durante el kirchnerismo se caracterizó por la inexistencia de discusión. Para el republicanismo el debate es clave, porque cree que la discusión en el Congreso y en otras instancias permite que estemos más cerca de la verdad que de otro modo. Es una teoría de la democracia deliberativa, pero sobre la cual el republicanismo ya habla hace mucho tiempo", afirma.
En ese escenario, para Rosler, el kirchnerismo entendía por ley la imposición de la decisión tomada. "Llevar al Congreso un proyecto para que no se le pueda tocar una coma formalmente es legal, pero no asegura que esa decisión sea constitucional. Por momentos daba la impresión de que la idea era que si la ley satisfizo todos los requisitos, entonces no había nada más que hablar. La defensa de la democracia es un aporte republicano pero, además, hace hincapié en que una decisión puede contar con una mayoría de votos y no por eso ser constitucional", señala. "Evocar permanentemente la patria es una característica del populismo. La patria republicana es consciente de que siempre en cuestiones políticas es atendible que haya una posición diferente."


Sin nombres propios
Mirando ahora al gobierno de Cambiemos, Rosler introduce algunos matices. "Con Cambiemos sube el coeficiente en sangre de republicanismo", dice, aunque deja una advertencia: "Pero si uno habla de ?macrismo' el coeficiente baja, porque todo discurso que sea designado con el nombre o apellido de una persona y agregándole el sufijo ?ismo' es muy sospechoso. Un republicanismo estricto no puede ser designado con el nombre de alguien", dice.
En ese marco, la presencia de la Coalición Cívica, como integrante de la alianza Cambiemos, mejora los estándares republicanos del gobierno. "El problema quizás es que su gran representante, que es Elisa Carrió, también ha caído en actos personalistas y tiende a confundir la república con ella, a veces de modo grotesco. Reconozco que si hay alguien en este país que es fácil identificar con el republicanismo es Carrió, pero ella misma a veces se excede en su personalismo republicano, que de hecho es una expresión contradictoria. El radicalismo también mejora los estándares republicanos", destaca.
Si todo discurso que sea designado con el nombre o apellido de una persona y al que se le agrega el sufijo "ismo" lo aleja de toda aspiración republicana, la gran familia peronista está complicada: el duhaldismo, el kirchnerismo, el massismo. Rosler coincide, aunque señala que "ni siquiera la Constitución del año 49 eliminó la forma republicana de gobierno, lo que también habla del éxito de relaciones públicas del republicanismo".
Un partido más
Cuando mira el peronismo con esta lente, Rosler señala el personalismo de este movimiento político como clave para analizar si un posible proceso de renovación acercaría el peronismo a las filas republicanas.
"Si la persona del líder (sea Massa, Urtubey u otro) se interesara por el republicanismo, da la impresión de que nada impediría que el peronismo se alejara del populismo y se ?republicanizara'. Sin embargo, dado que el peronismo no es sólo un partido, sino también un verdadero régimen (lo mismo se aplica al republicanismo), un ?peronismo republicano sería peronista -o republicano para el caso- sólo de nombre. La pregunta es entonces por qué los líderes peronistas estarían dispuestos a transformar al peronismo en un partido más, subordinado al régimen republicano, sin caer en la tentación de adaptar el régimen a los líderes", señala.
-¿Y usted qué cree?
-Quizás el mercado político-electoral exija algo parecido. El peronismo perdió las últimas elecciones en parte debido a que se presentó dividido. Quizás su propia capacidad de adaptarse al medio ambiente político transforme el peronismo en un partido más. Pero entonces, incluso suponiendo cierta ?republicanización' del peronismo, todo dependerá de que el mercado electoral mantenga su nivel de exigencia. Por otra parte, no podemos descuidar que una parte considerable del voto peronista proviene de amplios sectores marginados de la población, lo cual explica cierta retroalimentación entre el peronismo y la marginación, una retroalimentación bastante razonable si tenemos en cuenta que la oferta electoral no peronista no suele ser muy atractiva que digamos. Una reducción genuina de la pobreza podría entonces afectar el caudal electoral ?cautivo' del peronismo, lo cual podría contribuir a su vez a la republicanización del peronismo. Dicho sea de paso, el mero hecho de que alguien vote en contra del peronismo no lo convierte necesariamente en republicano. En todo caso, quizás sea necesario -al menos hasta tanto se ?republicanice' el peronismo-, pero está bastante lejos de ser suficiente.
A la luz de estas ideas, uno de los principales escollos que Rosler ve en la Argentina para llegar a ser una república en los hechos es que "no hay tradición, ni una cultura del Poder Judicial independiente". "Si los presidentes tuvieran que rendir cuentas al momento en que se descubre algo y la ciudadanía no tuviera que esperar que los vaivenes de la política hagan que ese presidente pierda poder para que los jueces, diez años más tarde, pongan en movimiento las causas, sería un enorme paso adelante -dice-. A la justicia federal en el mundo llegan los mejores abogados. Acá, a los tribunales federales por lo general llegan los abogados mejor conectados."
Rosler no se define como macrista, pero dice percibir un cambio que encuentra positivo: "Creo que el gobierno no está interfiriendo con los jueces como antes. Por supuesto, tampoco es suficiente que los jueces tengan libertad: tienen que ser probos, capaces, apropiados, pero que se les dé libertad de movimiento es un paso adelante. El gobierno los está dejando en libertad de movimiento, quizás a su propio riesgo".

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