miércoles, 31 de agosto de 2016

MENOS TEORÍAS Y VAMOS A LO CONCRETO...


Los períodos de expansión coinciden con políticas pragmáticas; Keynes, que sugería que los profesionales deberían ser humildes como los dentistas, sonreiría con esta tendencia




De un lado, una frase de Einstein: "La realidad es meramente una ilusión". Del otro, una sentencia de Aristóteles, Kant, Perón y Aranguren (¡qué línea de cuatro!): "La única verdad es la realidad". En el medio, una discusión acalorada entre economistas, tanto de la academia como de la gestión pública, que se plantea, entre otras preguntas: ¿se alejaron las políticas de los gobiernos de las necesidades concretas de la sociedad y están teñidas de ideología? ¿Hubo alguna época de "pragmatismo puro" con mejores resultados? ¿Están los estudios económicos en los últimos años transitando "al filo de la realidad", como aquella famosa serie basada en relatos de Stephen King?
Uno de los libros de economía más comentados en esta temporada va por este carril: Concrete Economics: The Hamilton Approach to Economic Growth and Policy, de Bradford DeLong y Stephen Cohen. Ambos son académicos, pero DeLong es una celebridad en el mundo de las redes sociales: alimenta uno de los blogs más influyentes de la profesión, cuyo lema es: "Agarrando la realidad con ambas manos invisibles".


Es un libro muy corto, sin floreos ni largas descripciones, que busca no distraerse e ir "a lo concreto". Para ambos autores, el crecimiento económico de los EE.UU. se estancó cuando las políticas de sus gobiernos estuvieron más teñidas de ideología, y la historia muestra que los períodos de expansión estuvieron acompañados de una gestión económica pragmática. "Las economías funcionan mejor cuando sus líderes tienen un objetivo específico (y concreto) en mente. Y fallan cuando estos líderes implementan políticas por razones ideológicas", dicen DeLong y Cohen.
La quintaesencia del gobierno pragmático fue, según los dos académicos, la administración inspirada por Alexander Hamilton, economista, abogado, estadista y poeta, en la segunda mitad del siglo XIX. Hamilton fue uno de los redactores de la Constitución de los EE.UU. Bajo su influencia se consolidó una política que duraría décadas, basada en altos aranceles a la importación, alta inversión en infraestructura y un sistema bancario bien regulado por el Banco Central. Una "agenda basada en lo concreto", según los autores.
El pragmatismo se terminó de ir al diablo en la mayor economía del mundo, según este trabajo, a principios de los 80, cuando el gobierno dejó de lado la "agenda concreta" que derivó en una economía gelatinosa, indecisa y con los enormes problemas de estancamiento que muestra hoy. DeLong y Cohen tienen dos ejemplos sectoriales favoritos. Uno es el de la salud, un segmento de "suma neta negativa", con un sistema que gasta centenares de miles de millones de dólares al año en megabatallas de contadores y abogados de proveedores, aseguradoras, gobierno y particulares por definir los reembolsos correctos. El otro sector envenenado es el financiero, "que no produce nada, salvo entradas contables, no exporta y en los últimos 30 años duplicó su participación en la economía". Con un costo adicional: los bancos atraen a las mentes más brillantes, que de otra forma aportarían a la ciencia y a otros campos. Juntos, los sectores de la salud y de las finanzas son un cuarto del producto de los EE.UU.
En la discusión posterior a la publicación de Economía de lo concreto se encontró un paralelismo con lo que está sucediendo en el campo académico de la profesión, donde los trabajos teóricos más abstractos están cediendo protagonismo frente a una agenda más real y concreta, tanto gracias al fenómeno del big data como al avance de la economía experimental.
El fenómeno fue documentado por primera vez en 2013, cuando el profesor de la Universidad de Texas Daniel Hamermesh publicó un artículo en el Journal of Economic Literatute en el que analizó los aportes de economistas a las principales revistas especializadas de la disciplina de John Keynes y Adam Smith. Encontró que entre 1960 y principios de este siglo, las contribuciones de tipo "teórico" eran mayoría, y en cambio habían descendido al 27,9% en 2011. Hay una correlación directa entre las series de Hammermesh que describen la declinación de la teoría a favor de una economía más empírica y el abaratamiento de las computadoras, con el surgimiento de las "datanomics".


Para algunos miembros de la profesión se trata de un fenómeno saludable que "baja del caballo" y da un baño de humildad a un área que en algún momento del siglo XX llegó a estar demasiado encumbrada. En su introducción a El capitalismo del siglo XXI, el libro más vendido de economía de la última década, Thomas Piketty cuenta que decidió volverse del MIT a Francia, en parte porque en ese país "los economistas somos menos respetados y tenemos que dejar a un lado nuestra pretensión de una mayor legitimidad científica a pesar del hecho de que no sabemos casi nada acerca de nada".
"La teoría está casi muerta", le dijo una vez Tyler Cowen, autor del blog Marginal Revolution, al economista Noah Smith, un profesor de finanzas que vive en Long Island y escribe para Bloomberg. "Nada grande ni importante está surgiendo de la teoría en estos días."
En 1930, Keynes escribió que "si los economistas lograran colocarse en un lugar de mayor humildad, a la par de, por ejemplo, los dentistas, eso sería maravilloso". Casi un siglo después escribió Noah Smith en una columna titulada: "De repente, los economistas empiezan a tener trabajos reales". Keynes podría sonreír y pensar que algo está cambiando.



"Los economistas siempre fuimos una tribu afecta a la «grandiosidad». Opinamos de todo, desde filosofía moral hasta cuestiones de familia. Asesoramos a presidentes y a multimillonarios. Hacemos con total seguridad presunciones acerca del futuro de la tecnología, y dejamos de lado valores, costumbres y emociones", dice Smith. "Otras profesiones a veces juegan a que son Dios. Nosotros vamos más allá: escribimos nuestras ecuaciones y luego ajustamos los parámetros de Dios".

Sin embargo, la demanda de economistas en el mercado rota hacia tareas mucho más terrenales. Como se consignó en esta columna tres meses atrás, Silicon Valley está aumentando sus contrataciones de economistas, para trabajos de econometría aplicada, pero también por sus habilidades de ser un "puente" entre distintas disciplinas. La única verdad es la realidad, y está reflejada en el CV de un economista millennial.

S. C. 

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