martes, 26 de julio de 2016

PRESENTE FUGAZ


La vida dura más de 10 segundos: lo que llamamos momento es el presente


Hay quienes se tatúan en algún lugar corporal que les quede libre la frase latina carpe diem. Atribuida al poeta romano Horacio (65-08 a. de C.), su significado original es aprovecha el día. Hoy se la ha reducido a Viví el momento. Es decir, ya no trata de las 24 horas de una jornada, sino de un tramo mucho más breve: apenas el momento. No deja de ser paradójico que esa invocación, que propone concentrarse en un estricto aquí y ahora, una vez tatuada permanezca incluso más allá del tiempo de vida del portador. Para ser coherente acaso debería desaparecer apenas tatuada, como ocurre con los mensajes de snapchat, suerte de red social creada hacia 2010 por Evan Spiegel, Bobby Murphy y Reggie Brown, estudiantes de la Universidad de Stanford, cuyos mensajes y archivos desaparecen como máximo diez segundos después de haber sido recibidos.



Furor entre adolescentes y famosos, esta aplicación es un inquietante síntoma de la era de la fugacidad y la de la no permanencia, en la que vivimos. Hay cavernas que guardan pinturas milenarias, existen tablillas de barro con las primeras escrituras cuneiformes que rescatan importantes documentos históricos de hace 40 siglos, se conserva el primer telegrama (enviado hacia 1864), también un par de decenas de la Biblia de Gütenberg (primer libro considerado como tal, impresa hacia 1455), así como antiquísimos papiros egipcios. Ni hablar de los ricos intercambios epistolares cuya evidencia física (las cartas) permiten comprender momentos históricos y a sus protagonistas. Pero no hay rastros del primer mensaje de correo electrónico, si bien aún quedan quienes conservan los que consideran importantes (de hecho muchos de esos correos no borrados han provocado la caída de gobiernos, de estafadores, de corruptos). No son muchos, pero existen. La inmediatez desplaza a la permanencia.



Lo que llamamos momento es el presente. El tronco de un árbol cuyas raíces son el pasado y cuya fronda es el futuro. Quitemos raíces y fronda y no hay árbol. El presente es posible porque hubo un pasado, y es la plataforma del futuro. Cuando todo desaparece en el acto (o a los 10 segundos), desde los mensajes hasta las relaciones entre las personas, pasando por las ideas, la atención, los proyectos, las promesas, los compromisos, y a eso se le suma la obsolescencia programada, que pone fecha de vencimiento (o muerte) a los artefactos tecnológicos (de relojes a autos, incluidos celulares, heladeras, computadoras y demás), ya no hay momento. Sólo instante.



El momento ilumina el tramo presente de la vida, nutriéndose del pasado y tendiéndose hacia el futuro. El instante es un centelleo que así como aparece se esfuma. Vivir el momento equivale a estar presente en las experiencias de la propia vida, con todos los sentidos, con la atención abierta, con comprensión de la vivencia. No podemos estar sino en el momento, pero comprendiendo que es apenas el eslabón de una cadena y que un eslabón suelto nada significa. Es en la cadena donde cobra sentido. Vivir en el instante es desaparecer a cada paso, habitar la fugacidad, no echar raíces, carecer de fronda.



Se suele relacionar carpe diem con otra locución latina: memento mori. Significa recuerda que morirás. Dejá una huella. Dejá una raíz. Permanecé en el momento, no te fugues a caballo del instante. La vida es breve, sí, pero dura más de 10 segundos. Y se necesitan más de 10 segundos para echar una raíz, dejar una huella, convertirse en eslabón de una cadena, superar el espasmo del instante. Siempre lúcido y agudo, Oscar Wilde decía: "Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir". En el momento se vive, en el instante se existe.

S. S.

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