jueves, 23 de junio de 2016

LITERATURA; EL ROL DE LOS PADRES


Se puede decir que la literatura argentina tiene padres fundadores -Sarmiento, Echeverría, Hernández- pero pocos libros con la figura del padre como protagonista.



Para Edgardo Scott, narrador, editor y psicoanalista, no hay grandes libros con padres. "No, al menos, como pueden serlo, para la memoria espontánea, Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski; La invención de la soledad, de Paul Auster; Patrimonio, de Philip Roth. El padre en la literatura argentina es una figura alusiva, desplazada, perversa, tutelar, a menudo vicaria", señala. "Hay más padres simbólicos que padres biológicos." El autor de El exceso, que actualmente escribe una novela sobre su padre, lista una serie de ficciones nacionales en las que el padre irradia la trama: "«Emma Zunz», uno de los cuentos de Borges, es una desconsolada venganza de una hija a partir de la noticia de la muerte de su padre; «El fin del viaje», el cuento de Ricardo Piglia, donde Renzi viaja a Mar del Plata para asistir a las horas finales de su padre; en el dramático final de Amalia, de José Mármol, el padre de Daniel llega tarde y «suspende el puñal»". En esta genealogía, no puede faltar tampoco El desierto y su semilla, de Jorge Baron Biza.
Honrarás a un personaje



A partir de los años 2000 hubo un interés por la figura paterna de los narradores locales: Juan José Becerra, Ángela Pradelli, Gustavo Ferreyra, Claudio Zeiger, Mauro Libertella, Leopoldo Brizuela y Claudia Piñeiro escribieron novelas con padres. En ellas se podían advertir mayor o menor cantidad de ingredientes autobiográficos y alusiones literarias. "Aunque la «novela del padre» es exigente, conozco varios ejemplos exitosos -dice Eduardo Berti, narrador y traductor, autor de la flamante novela Un padre extranjero (Tusquets)-. La manera en que Héctor Bianciotti retrata a su padre en su serie de novelas autobiográficas me parece sencillamente magistral y me hace pensar en la agudeza y la intensidad de un libro que él admiraba: Padre e hijo, de Edmund Gosse."
La narradora Ángela Pradelli ganó el premio Clarín de Novela 2004 con una novela protagonizada por la memoria de un padre. "El día que leí El padre y otras historias, de Antonio Dal Masetto, era sábado, primeras horas de la tarde -recuerda Pradelli-. Había comprado el libro por la mañana y era un buen programa leer ese libro hasta terminarlo. Pero no pude; terminé de leer el relato que da nombre al volumen y dejé el libro, preparé una jarra de té, salí al jardín, corté unos jazmines para poner sobre la mesa de la cocina. Eso que dice Kafka más o menos así: escribir para romper con un hacha el hielo que está dentro de nosotros. Desde entonces estoy tratando de unir los pedazos que volaron mientras iba leyendo esa historia."



Hace pocas semanas se publicó el nuevo libro de Mauricio Koch, Cuadernos de crianza. Diario de un padre y una niña de cuento (Paidós). Allí el autor registra en la forma de un diario las vivencias de un padre que bordea los 40 años y que, al mismo tiempo que aprende los oficios paternos con humor y ternura, se inicia en la escritura. "Cuando nació mi hija, yo estaba trabajando en el borrador de una novela que tiene como protagonista a un hombre joven que recibe la inesperada noticia de la muerte de su madre y debe viajar al pueblo donde creció para asistir al velorio -cuenta-. Pero la paternidad propia me absorbió, así que dejé a un lado la novela y empecé a llevar un diario sobre la crianza de mi hija. Aun así, mientras apuntaba mis deslumbramientos, no dejé de leer textos sobre la figura del padre para seguir en clima y documentarme para la novela que pretendía retomar cuanto antes." Koch menciona algunas de esas lecturas: La ley de la ferocidad, de Pablo Ramos; El buen dolor, de Guillermo Saccomanno; Papá, de Federico Jeanmaire, y Mi libro enterrado, de Mauro Libertella, entre otras.
¿El modo de presentar personajes de padres en las ficciones locales recientes por escritores argentinos perfila también un cambio en la figura del padre en la sociedad?
El padre moribundo. En El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron (Mondadori, 2011), el narrador (un joven escritor) regresa a la Argentina para asistir a los últimos días de vida de su padre y a partir de esa instancia reconstruye el pasado familiar.


El duelo por el padre. El buen dolor, de Guillermo Saccomanno (Emecé). "Es mi Carta al padre", confiesa el autor. Organizada como un tríptico, el narrador intenta reconstruir la historia de su padre enfermo (también escritor). "A medida que se aproximaba la internación de mi padre, me ganaba la idea de que si me sentaba, escribía y terminaba de una vez con ese relato se produciría algún restablecimiento de mi padre", se lee en la novela de Saccomanno.



El padre chiflado. La familia, de Gustavo Ferreyra (Alfaguara). Dice Ferreyra: "Cito al Sartre de Las palabras: «Como dice la regla, ningún padre es bueno; no nos quejemos de los hombres, sino del lazo de paternidad, que está podrido. ¡Qué bien está hacer hijos; pero qué iniquidad es tenerlos!». Quizás esta línea, que en su momento me impresionó mucho, inspiró algo al Correa Funes de mi novela. En mi novela, la figura paterna no es tanto la ley o el superyó, sino por el contrario su ruptura, y es el hijo el que aplaude y llora al mismo tiempo, el que se exalta y al mismo tiempo clama porque se cumpla la ley".
El padre bohemio. Mi libro enterrado, de Mauro Libertella (Mondadori). Sebastián Hernaiz escribió sobre el libro de Libertella: "En la figura del padre, la novela condensa la mística de la bohemia de los años 60 y de la figura del escritor alcohólico. En la novela del hijo de Héctor Libertella contrastan y se fusionan la memoria del padre escritor con el proyecto de escritura del hijo".



El padre ambivalente.Una misma noche, de Leopoldo Brizuela (Alfaguara). Esta novela presenta la imagen de un padre, acaso cómplice de los escuadrones parapoliciales de la dictadura, al que su hijo (el narrador) debe enfrentar con la verdad luego de un episodio de violencia en 2010.
El padre niño. El espectáculo del tiempo, de Juan José Becerra (Seix Barral). "Me parece que mi personaje es una especie de padre-hijo que se entrega a la procrastinación y a la contemplación del mundo como si él fuese un juez y el mundo, el acusado -dice Becerra-. Tiene un perfil anticapitalista porque se niega a enredarse con cualquier actividad, que en Occidente son todas fordianas, incluyendo el amor. Odia la línea de montaje porque cree que él es un fuera de serie. Es un padre que vive en el lenguaje. Todos sus actos son verbales. Si tuviera que ponerle un rótulo sería el de padre-niño, que los hay en mayor cantidad de lo que suponemos. Borges planteó el problema de manera indirecta cuando dijo que el hombre sigue siendo niño porque nace niño. Para ser adulto tendría que haber nacido adulto."



El padre idealista. Un comunista en calzoncillos, de Claudia Piñeiro (Alfaguara). En esta breve novela sobre una época, una sociedad y un país que ya no existen, Piñeiro rinde homenaje a su padre. "Esta novela se centra apenas entre diciembre de 1975 y junio de 1976. Pero creo que es una muestra suficiente de que he llegado a contar lo que realmente quería contar: esa relación cómplice y amorosa entre este padre y esta hija en circunstancias políticas adversas", declara la autora.
El padre humilde.Yo soy aquel, de Osvaldo Bossi (Nudista). Novela intimista sobre el mundo de un niño al que le gustan los varones, Yo soy aquel reserva un espacio de ternura para un padre de la clase trabajadora: "¡Boooo-telleroooo!, dice alargando la o del comienzo y la o del final. ¡Compro diarios, hierro, botellas, cartones? ¿Algo para vender, bo-telleroooo?! Dice mi papá. Y otra vez la o se alarga, da como una vuelta en el aire, y entra en los oídos de las personas, que se dan vuelta para mirarlo".
El padre intenso. Recuerdos de Córdoba, de Flavio Lo Presti (Llanto de Mudo). En su primer libro de crónicas, el escritor y periodista cordobés pinta un retrato de un padre fabulador, rebelde y adorable: "De vez en cuando, para evitar la conversación, para acentuar la sensación de no pertenecer, para obtener alguna ventaja romántica o para burlarse del mundo en general (y de Córdoba en particular) mi viejo empezó a fingir que era extranjero".
La difícil descendencia patricia

Además de los padres literarios, la literatura argentina cuenta entre sus filas varios padres de la patria. Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento es un texto que tuvo larga descendencia en las letras locales, y su autor mismo está también estrechamente ligado a nuestra historia. 



Un narrador joven, Juan Terranova, afirma sobre el escritor de Recuerdos de provincia: "Sarmiento fue padre del aula, maestro, mito, loco, vitalista, periodista, exiliado, militar, presidente, y un profesional de lo insoportable. Quería que los gauchos tejieran la seda de gusanos chinos, que la pampa fuera de apacibles granjeros anglosajones. Como un padre divertido, nos llamó a la aventura de ser una nación y siempre tuvo razón en los detalles aunque pifió en la big picture. Escribió la frase: «A mi progenie, me sucedo yo», que lo describe mucho mejor de lo que pensamos y de lo que él podía llegar a intuir. Su ampuloso drama y sus aspavientos son nuestra tragedia. Escribió las biografías de sus padres y tíos políticos, la de sus adversarios, y la suya propia, todas muchas veces, y también la de su hijo muerto en una guerra, y le sobró tiempo para ocupar todos los cargos de un Estado que siempre le quedó chico".

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