lunes, 23 de mayo de 2016

IDENTIDAD CULTURAL


Al estallar la guerra del 1914 era presidente Roque Sáenz Peña, quien proclamó la neutralidad de nuestro país. Al sucederlo dos años después, Hipólito Yrigoyen continuó esa política y la sostuvo con mayor rigor.
Eran tiempos en que muchos miembros de la alta sociedad argentina, artistas y escritores acostumbraban pasar largas temporadas recorriendo Europa. La guerra los sorprendió allí sin que muchos se arriesgaran a cruzar nuevamente el Atlántico.
Ante cualquier dificultad que se les presentaba con las autoridades de los bandos en pugna, esos “anclados” forzosos, exhibían el pasaporte, acompañado de la frase “Yo, argentino”.
La expresión fue motivo de chistes y monólogos en nuestros teatros de revistas. Y, pasada la guerra, quedó como declaración de prescindencia.
Cuando alguien no quiere verse en una situación capaz de comprometerlo asegura: “Yo, argentino”. Una frase que confiere la mejor de las visas para el desentendimiento.

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