lunes, 30 de mayo de 2016

DRA. KAREN HALLBERG; NOTORIA CIENTÍFICA ARGENTINA.....CONOCELA


Karen me espera detrás de los ventanales. De pelo rubio y ojos de un celeste diáfano, sin un rastro de maquillaje, conserva a los 51 la belleza que a los 16 la coronó reina nacional en la Fiesta Nacional de los Estudiantes en representación de Jujuy, la provincia donde creció y estudió (un título que también ganaron Daniela Cardone y Carolina Ardohain, "Pampita").


Pero Karen Hallberg es más que una cara bonita. Descendiente de suecos, italianos y británicos (curiosamente, su abuelo materno se llamaba Charles Chaplin), esta investigadora del Conicet y jefa del grupo de teoría de la materia condensada del Instituto Balseiro, donde estudia sus propiedades cuánticas en sistemas nanoscópicos, integra además el consejo de la Organización Pugwash, creada luego de que Albert Einstein, Frédéric Joliot-Curie y Bertrand Russell instaran a realizar conferencias mundiales para promover el desarme nuclear y discutir la responsabilidad social del científico.


Llegué a Bariloche para asistir al seminario de la Asociación de Ex Alumnos del Balseiro con motivo del sexagésimo aniversario del instituto. Por el entusiasmo y la cantidad de los participantes, unos trescientos, y por los nombres de los conferencistas llegados desde todas partes del mundo, la reunión es extraordinaria y da una idea de la excelencia de este centro de estudios dependiente de la Universidad de Cuyo y de la Comisión Nacional de Energía Atómica. El Balseiro es internacionalmente considerado uno de los mejores en las áreas que abarca: física, ingeniería nuclear y física médica, y también telecomunicaciones e ingeniería mecánica. Aquí estudiaron Juan Martín Maldacena, un astro de la física mundial y reciente ganador del premio Juri Milner, que trabaja en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton; Alberto Rojo, profesor de la Universidad de Oak Ridge, eximio guitarrista y divulgador de la ciencia; José Eldelstein, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela y autor del libro Antimateria, magia y poesía, y muchos otros. Todos ellos están aquí.
En vaqueros, zapatillas y campera, Karen me recoge en el aeropuerto con su cordialidad de siempre. "Entre otras cosas, lo que investigamos es complicado porque hay muchos «grados de libertad» -me cuenta más tarde, frente a una taza de chocolate caliente-. Uno trata de hacer un modelo con pocos átomos y es manejable, pero a medida que le agregás átomos, crecen exponencialmente los grados de libertad. Entonces, no podés calcularlo todo: tenés que empezar a sacar cosas porque, si no, enseguida te quedás sin capacidad computacional. Hay que elegir de manera inteligente de qué estados uno prescinde. O, al revés, cuáles son los estados importantes para estudiar lo que te interesa. Empleamos un método que comprime la información. Desarrollamos algoritmos que detectan lo importante."


Karen estaba decidida a venir a Bariloche desde que estudiaba en el Colegio Nacional de Jujuy: sus amigos de la adolescencia le decían "la atómica". Enseguida se sintió atraída por el ambiente de cofradía, el desafío. Llegó con 19 años e ingresó con una amiga. El año anterior y el posterior no hubo mujeres, y aún hoy son apenas alrededor del 8%. Aquí conoció a su marido, el también físico Ingo Allekote, y se casaron tres días después de graduarse. Al año, mientras estaba haciendo su doctorado, nació su primer hijo, Kevin, y tres años más tarde, Tania. "Fueron tiempos interesantísimos -recuerda-, porque justo se descubrió la superconductividad (desaparición de la resistencia eléctrica) de altas temperaturas. Acá, con la experiencia que había en materiales y el grupo excelente que tenía Paco De la Cruz, enseguida pudimos reproducir los materiales cerámicos que habían descubierto en Suiza. Nos quedábamos toda la noche midiendo, sentíamos pasión, entusiasmo por estar en la punta, experimentando con un fenómeno que todavía hoy no se entiende. Estaba escribiendo la tesis, amamantando a una y con el otro correteando alrededor."
Como si todo esto fuera poco, Karen, además, es chelista. La suya es una historia magnífica e inspiradora, igual que la de cientos de exalumnos de este centro único, de aulas silenciosas, rodeado de pinos y césped, frente al lago de color gris acerado, muchos de los cuales están haciendo historia en la ciencia y la tecnología del mundo, en la antesala misma del futuro.

N. B. 

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