martes, 26 de abril de 2016

VISITA GUIADA AL MUNDO DE ERNESTO SÁBATO



Como en la trama tenebrosa de una novela de su abuelo, Ernesto Sabato, la nieta del escritor asoma al portón de entrada e invita a pasar a un jardín sombrío, cubierto de árboles y de una buganvilla que apenas dejan filtrar la luz del sol. "¿Cómo lo ven? ¿Qué les parece?", pregunta a un grupo de estudiantes secundarios que vienen a participar de la visita. "No es que no podemos los árboles ni limpiemos las hojas por descuido, sino que ésa fue la voluntad de mi abuelo."
La arquitecta Luciana Sabato guía las visitas a la casa-museo del escritor en Santos Lugares, abierta al público desde el 19 de septiembre de 2014. Un pasaje al mundo privado, íntimo y menos conocido del autor de Sobre héroes y tumbas.
Al frente de la vivienda se levantan dos cipreses como columnas; un poco más allá, las palmeras aportan el toque tropical. Por allí, una araucaria inmensa y una magnolia llena de hojas de Santa Rita. En el medio, una glorieta.
La casa está ubicada a unas cuadras de la Av. General Paz y Mosconi, sobre la calle Langeri 3135. Puede resultar difícil llegar sin preguntar (o sin GPS), entre las intrincadas diagonales y cortadas del barrio. La recompensa será un recorrido suculento entre anécdotas y recuerdos familiares, en la casa donde Sabato pergeñó la mayor parte de su obra.
De la biblioteca personal al comedor diario, del escritorio con su vieja Olivetti al atelier con sus obras plásticas, la visita ofrece además testimonios del escritor a través de documentos fílmicos que su hijo, Mario, cineasta, se ocupó de registrar en diferentes momentos. De esta manera, el escritor está presente, acompaña el recorrido y comparte sus ocurrencias y recuerdos personales.


"Mi abuelo recibía sus visitas acá y después pasaban al comedor, donde tomaban el té", cuenta Luciana luego de atravesar el hall de entrada y acceder a la biblioteca dispuesta en el invernadero e iluminada por un gran ventanal. "Por este lugar pasaron políticos como Raúl Alfonsín, Graciela Fernández Meijide y Carlos Chacho Álvarez; escritores como Manuel Mujica Lainez; músicos y compositores como Julio De Caro y Aníbal Troilo; pintores como Antonio Berni y Raúl Soldi. Pero, sobre todo, chicos jóvenes que le mandaban cartas para poder reunirse con él", explica Luciana, responsable de restaurar la casa y mantener intacto el orden de cada libro en esa biblioteca.
Los libros, siempre marcados, dan testimonio de sus variados intereses. Foto: Jorge Bosch
Biblioteca de consulta
"Cuando restauramos este lugar me di cuenta de que mi abuelo había leído cada uno de estos libros porque todos estaban señalados, escritos por él. Por ahí le marcaba algún párrafo y le ponía: "no" o "no me parece"; o directamente lo tachaba o señalaba algo para usarlo después. Todos esos libros eran de su consulta permanente", apunta.
Ordenados por temas, allí están los libros de magia, psicología y esoterismo; economía y política; un poco más allá, los de escritores latinoamericanos con sus dedicatorias; los clásicos como la Odisea y también los libros de su mujer, Matilde Kusminsky.
"Mi abuela trabajaba para que mi abuelo pudiera escribir. Empezó rellenando dentífricos en una fábrica de Liniers. También escribía en revistas, y después tuvo una galería de arte. Era una persona muy activa. Le corregía las cosas a mi abuelo y salvaba a sus escritos de ser quemados porque él quemaba todo lo que escribía. Algunas veces ella lograba rescatar algo y lo convencía para que lo publicara. De golpe se peleaban. Como cuando él se negó a publicar Sobre héroes y tumbas y dijo que iba a quemarlo. Matilde se terminó enfermando y recién entonces mi abuelo accedió a publicar la novela".
A lo largo de la visita, Luciana Sabato desgrana la historia del autor de El túnel, fallecido el 30 de abril de 2011, a los 99 años. Desde la infancia en el pueblo de Rojas junto a diez hermanos, la adolescencia (a los 15 se declaró anarquista), el casamiento con Kusminsky, su carrera como físico matemático y la estadía en París.
Foto: Analía Hassler
Además del atractivo de recorrer el lugar donde vivía Sabato, la visita tiene ese condimento especial del relato de su nieta, que muchas veces se sale de libreto para iluminar nuevas facetas de la personalidad de su abuelo, como su pasión por el fútbol (era hincha de Estudiantes de La Plata) o los ejercicios que realizaba para mantenerse en forma. "De pronto lo veíamos en el patio haciendo movimientos con los brazos y las manos. Salía a caminar mucho por el barrio y todo eso lo mantenía bastante activo", cuenta Luciana.
El relato ahonda también en la década del 70 y las amenazas sufridas por la familia durante la dictadura -y luego, cuando Sabato actuó como presidente de la Conadep- ("Tipo a las diez de la noche recibíamos el llamadito"). Los visitantes ingresan luego en el estudio, donde permanece intacto el escritorio con la antigua Olivetti con la que él escribió la mayor parte de su obra.
"Era muy metódico. Se levantaba a las cinco de la mañana, preparaba un té solo y se lo traía para acá. Así esperaba hasta las ocho, y cuando se levantaba mi abuela desayunaban juntos. Después volvía a trabajar un rato más. A las doce, doce y cuarto a más tardar, almorzaban mirando el noticiero, y después se iba a dormir la siesta. A las cuatro se levantaba y seguía trabajando hasta las ocho, cuando cenaban. Otros días, a la tarde se iba al centro. Ésa era su rutina. Era bien estricto. Si se pasaba un poquito la hora de comer ya empezaba a gritar: ?¿Y la comida?'. Lo mismo con la siesta, no tenía que volar una mosca. Cuando veníamos los nietos, que éramos todos chiquitos, teníamos que hacer silencio. No sé cómo hacía para dormir porque el silencio duraba cinco minutos. Y después empezábamos a hacer lío de nuevo."
La visita concluye en el atelier donde el escritor se dedicó a pintar, los últimos años de su vida. Berni le dio algunos consejos para construir el estudio con una gran ventana al Sur, ya que así permanecería siempre bien iluminado. "Así como en un momento dejó la física para dedicarse a escribir, en 1979 dejó de escribir para dedicarse a la pintura. Decía que estaba mal de los ojos, aunque yo creo que veía muy bien, si no, no podría haber pintado de esa manera."


Ernesto Sabato murió, pero su espíritu aún habita entre los muros de su casa y refugio, en Santos Lugares.
Datos útiles
Las visitas: Casa Museo Ernesto Sabato. Langeri 3135, Santos Lugares. Las visitas guiadas son gratuitas. Jueves, de 11 a 15. (Reservar previamente por el correo sabatoluciana@gmail.com). Sábados, de 13 a 19 (no es necesario reservar, excepto que sean grupos de más de cinco personas). Todas las visitas son guiadas por nietos del escritor. Duración: 50 minutos aproximadamente. Más información en www.facebook.com/Casadesabato

A. R. 

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