jueves, 21 de abril de 2016

LA MEDICINA ¿CIENCIA O CREENCIA?


Quizá haya sido faraón en otra vida. O escriba. O limpiador de pirámides. O hasta gato sagrado. Pero la verdad es que no me importa, ni me interesa en lo más mínimo. Por supuesto que sí puede haber gente a la que sí le importa y sí le interesa, y están en todo su derecho. Pero que un curso de Terapia de Vidas Pasadas se dicte en la Asociación Médica Argentina como una alternativa terapéutica es otra cosa: es mezclar terrenos que no tienen nada que ver entre sí. Y eso está mal, muy mal.


Insisto: no está nada mal creer en la reencarnación, o en la influencia de los astros o en las patas de conejo. Lo que es inadmisible es darles un tinte científico (o de alguna aplicación de la ciencia como la medicina), porque no los tienen, y cualquier argumento en contrario es falaz, paticorto, engañador. Y peligroso, sobre todo si se aplica en el ámbito clínico, donde la gente se entrega a diversas explicaciones pseudocientíficas si es que cubren sus expectativas y, sobre todo, les da esperanzas que la investigación no siempre puede asegurar.
Pero allí está el curso dirigido a médicos y psicólogos, que asegura trabajar sobre la dimensión atemporal del alma o el atrapamiento de la conciencia, todo en pos del trabajo terapéutico de experiencias traumáticas de las vidas pasadas (y aclaro que estas son citas textuales del programa). Los asistentes tienen un bonus track, ya que se les realizarán prácticas de regresión didáctica (los afortunados son elegidos por sorteo) durante las mismas clases.


Estamos hablando de la AMA, la entidad cuyos objetivos incluyen nuclear a los médicos, estimular la investigación científica y la enseñanza médica. Las vidas pasadas no entran por ningún lado: esto no tiene nada de ciencia ni de base en la evidencia, como se supone que la medicina moderna debe perseguir. Pero de nuevo, aquí el problema no son necesariamente los interesados, ni siquiera el docente (que afirma que el mensaje de dedicarse a la cirugía del alma le llegó desde las estrellas), sino una organización que, al ofrecer sus instalaciones y nombre, le da entidad clínica a la pseudociencia.
Ejemplos de estas mezclas inmezclables hay muchos, lamentablemente. Hace muy poco tiempo, la comunidad científica se vio revolucionada por un trabajo publicado en la respetable revista PLoS ONE, bajo el título Características biomecánicas de la coordinación de las manos en actividades de agarre en la vida cotidiana, con autores chinos y colaboradores norteamericanos. Se trata de un estudio de biomecánica, que investiga las conexiones entre músculos, tendones, huesos y articulaciones de la mano humana. Pero la primera alarma aparecía ya en el resumen del trabajo, que afirmaba que "la conexión funcional indica que. la arquitectura conectiva entre músculos y articulaciones es el diseño adecuado del Creador para realizar una multitud de tareas cotidianas de manera confortable". 

De nuevo, esto no se trata de creencias: el Creador (cualquier sea la acepción que se le quiera dar) no tiene cabida en un artículo científico de estas características. Una vez advertido el desliz vino la reacción, las críticas y los pedidos de explicación; así, los autores afirmaron que, dado que el trabajo fue originalmente escrito en chino, se confundió la traducción de naturaleza por la de creador. La diferencia con el curso que mencionamos más arriba es que aquí se puso en marcha el mecanismo de control del rigor científico (que claramente no había funcionado adecuadamente en la revisión original del trabajo) y el paper debió ser retractado por la revista; en otras palabras, es como si nunca se hubiera publicado. También es cierto que quienes debimos haber pedido la anulación completa del estudio somos los argentinos, que sabemos que la única mano de Dios es local y apareció fugazmente en la cancha allá por 1986.

En definitiva, hay múltiples versiones del mundo y de la cultura. No son todas iguales, y barajarlas sobre la misma mesa no es ético, hace daño, da pena, y se acaba por llorar.

D. G.

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