viernes, 22 de abril de 2016

HISTORIAS DE VIDA....


El El hotel está cerrado hoy en día
No me digas que nunca lo pensaste. Me cuesta creer que nunca tuviste la fantasía de que te estaban espiando en un cuarto de hotel, estando solo o acompañado. Difícil no haber sucumbido a esa inquietud; difícil no haber imaginado que alguien, desde algún lugar, espiaba cada uno de tus movimientos o tus deseos en la celosa intimidad de un dormitorio. Es bueno que sepas que, algunas veces, la fantasía toma formas reales.
Gerald Foos , un hombre con irrefrenables ansias de voyeur, compró en 1966 el Manor House Motel de 21 habitaciones en Aurora, Colorado, y una vez convertido en propietario procedió a recortar rectángulos de 15 x 35 del cielorraso de una docena de los cuartos y los cubrió con rejillas que simulaban ser para ventilación pero eran para poder observar a sus habitantes sin ser descubierto. Su mujer, que conocía su exceso de curiosidad, lo ayudó en la tarea. Pese a que desde pequeño había espiado a su tía cada vez que pudo y luego siguió fisgoneando la vida de los otros en cada oportunidad que se le presentaba, la excusa formal de Foos era su deseo de estudiar a través de esos agujeros en el techo las conductas sexuales de hombres y mujeres a la manera de un siniestro antropólogo social.
"Lo hice por mi ilimitada curiosidad sobre la gente y no sólo por un voyeurismo insano", escribió. Durante treinta años, Foos observó a escondidas hábitos y apetitos de todo tipo y tomó nota en un diario de esas observaciones y de los cambios que se fueron dando en las relaciones íntimas entre las personas. Vio a matrimonios, a amantes, a parejas heterosexuales y homosexuales; vio a hombres y mujeres solos, de a dos, y de a muchos dándose placer; vio todas las perversiones posibles pero vio mucho más que eso: transacciones ilegales, distribución de drogas e incluso un crimen que, de alguna manera, indujo.
Gay Talese
En enero de 1980, el célebre periodista Gay Talese (84) recibió una carta de Foos en la que le daba detalles de su particular hobby y le ofrecía entregarle sus registros para que los convirtiera alguna vez en un gran ensayo sobre el sexo en EE.UU.. En esas anotaciones, Foos había registrado maniáticamente edades, características físicas, procedencia y comportamiento sexual de los huéspedes. Su esposa había sido clave en la producción: cada vez que llegaban los pasajeros, alojaba a los que podían ser más "ricos" para la experiencia de su esposo en los cuartos intervenidos. Poco después de recibir la carta, el autor de La mujer de tu prójimo y Honrarás a tu padre visitó a Foos y hasta lo acompañó desde el altillo en la tarea de observar a una pareja dedicada al sexo oral. Foos no había elegido a Talese al azar sino que conocía los libros en los que había trabajado con temas como el sexo y el adulterio. Durante su encuentro, Talese le preguntó si sentía culpa. Con ese particular sentido de la propiedad privada que tienen los estadounidenses, el gran mirón le dijo que no ya que los pasajeros ignoraban que eran espiados, por lo que no hacía sentir mal a nadie y que, sobre todo, él satisfacía su curiosidad dentro su propiedad.
Para mediados de los 70, uno de los espiados era un dealer que se había alojado con su novia en la habitación 10. En su diario, Foos narra que en un momento en que los huéspedes no estaban, él ingresó a la habitación y tiró la droga por el inodoro. Poco después, vio cómo el dealer agredía a la chica acusándola de desaparecer la droga. Vio cómo la estrangulaba y vio también cuando abandonaba el motel en su auto. Pero no habló. Recién al día siguiente la mucama halló el cadáver. Foos asegura que entonces llamó a la policía y dio los datos del sujeto. Talese dijo que cuando se enteró, ya habían pasado seis años y era tarde para salvar a la chica. En estos días dijo también haber investigado esa muerte sin haber encontrado registros en la Policía local. ¿Mintió Foos? ¿Mintió con este crimen o mintió más de una vez con sus relatos?


El resultado final del encuentro entre Foos y Talese podrá conocerse a partir del 12 de julio, día del lanzamiento en EE.UU. de The Voyeur's Motel, el nuevo libro del longevo maestro de la crónica. Recién en 2013, el mirón le permitió contar su historia con nombre y apellido. Un largo anticipo pudo leerse días atrás en The New Yorker y desde entonces son incesantes los cuestionamientos al autor y el debate sobre la ética del periodismo. Ahora: ¿un periodista tiene las mismas obligaciones que un investigador? ¿Acaso no es su derecho ampararse en la reserva de la fuente que ha confiado en él? ¿Debe traicionar a la fuente? Y yendo aún más a fondo: Gay Talese es periodista pero es, también, un escritor. Entonces: ¿qué clase de compromiso tiene la literatura con la Justicia? O mejor: ¿lo tiene?

H. P. 

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