domingo, 28 de febrero de 2016

UN MUNDO DE REFUGIADOS


Hace poco menos de una semana que la imagen es célebre. Un bebe, las manos del hombre que lo sostiene, el alambre de púas a través del cual intenta hacerlo pasar. Foto en blanco y negro, un prodigio robado a las dificultades técnicas (ningún recurso a mano tras los cinco días que su autor pasó en un campamento de refugiados en la frontera serbio-húngara; mucho menos, un flash que pudiese poner a las fuerzas policiales sobre aviso de ese ingreso ilegal). Luz de luna, premura en los gestos, angustia del todo o nada. Fragilidad de ese niño quizás entre dos vidas; seguramente en un único mundo, recurrente y feroz.


2015 tiene el dudoso honor de haber sido el "año de los desplazamientos". Miles y miles de personas, de todos los credos y condiciones, se han visto forzadas a la deriva del desplazamiento, el refugio, la migración. A veces impulsado por razones económicas, otras por conflictos políticos, no hubo casi lugar del mundo donde el flujo se haya interrumpido: testimonio de un orden global que dista de ser equilibrado.


A la cabeza de todos, Siria y su guerra interminable. Amnistía Internacional estima que el 50% de la población de ese país está en situación de desplazamiento. Para los sirios, se trata de huir o ser uno más de los 220.000 muertos que provocó la guerra; huir o subsistir en ciudades como Homs, donde ya no parece quedar cimiento por destruir. La mayoría lo hizo hacia el Líbano, Jordania, Turquía, Irak. Pero la noticia -y las fotos-estallaron cuando el aluvión de refugiados pareció inundar el Mediterráneo. Los desesperados, sin nada ni nadie que los sostuviese, tocaban las puertas de Europa.


Mucho de eso, condensado en la imagen que el fotógrafo Warren Richardson tomó la noche del 28 de agosto del año pasado. Verano en el hemisferio norte. A las tres de la mañana, cuando sólo el reflejo de la luna permitía distinguir la cruel silueta de los alambres de púa, a Richardson le pareció ver que algo se movía entre unos árboles cercanos a la línea de frontera. Unas doscientas personas. Sigilosas, ocultas entre las sombras nocturnas, al abrigo de los árboles. Jugándose, una vez más, el todo por el todo.
No sabemos quién abrió una brecha en el alambrado; si fueron ellos mismos o grupos de conocidos que, del otro lado, se arriesgaban a ayudar. Pero la brecha se abrió y hubo un padre que decidió que si él no pasaba, su hijo sí lo haría. Abrazó al bebe, lo alzó, lo introdujo entre los alambres, donde otras manos, ya del lado yugoslavo, lo tomarían. Ésa fue la foto. Richardson la bautizó Esperanza de una nueva vida. La esperanza de quienes no pueden permitirse no tenerla.


Veo esta imagen y recuerdo otra. Mismo continente, distinta frontera: la de España y Francia a fines de la década del 30 del siglo XX. La imagen que me viene a la memoria es una de las tantas que se exhiben en el Museo Memorial del Exilio (MUME) en La Junquera, al norte de Cataluña. El museo está construido cerca de uno de los pasos por donde se realizó la Retirada: cerca de medio millón de españoles, pertenecientes al bando derrotado en la Guerra Civil, emprendió, a pie en su mayoría, el cruce a través la frontera francesa.
El MUME, que forma parte de una red de memoriales en una zona densamente marcada por la tragedia histórica (entre ellos se incluye la llamada "ruta de Walter Benjamin", por ejemplo), se aboca a la memoria del exilio republicano. Visitando ese centro vi la foto que ahora me toma, insistente, la memoria. La imagen también es en blanco y negro, pero, a diferencia de la de Richardson, no fue obtenida bajo la urgencia de una acción clandestina. 

Ocurre en la línea fronteriza, en plena Retirada. Los refugiados españoles, que venían de sufrir hostigamientos y ametrallamientos aéreos durante su larga marcha, debían esperar, a metros de lo que podría ser la salvación, a que el gobierno francés (que los había calificado, en su mayoría, como "elementos indeseables"), dispusiera quiénes entraban y en qué condiciones.
La foto registra a cuatro mujeres y un niño de alrededor de un año. Un bebe. El cansancio y la angustia parecen marcados a fuego en el rostro de ellas. El miedo es casi indescriptible en el de él. Miran hacia adelante; el fotógrafo, sin duda, está próximo al lado francés, de donde vendría la autorización para pasar. Hacia allá miran ellas; hacia allá incluso mira el niño. Esperanza de una nueva vida. Tres mujeres en la frontera franco-española en 1939; un hombre y su bebe en la frontera serbio-húngara en 2015.
Y tanto aún por aprender.
D. F. I.

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